En aquellos días Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: Haremos todo lo que dice el Señor. Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar a la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas, como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después tomó el documento de la alianza y se la leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos. Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo diciendo: Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos. (Éxodo 24, 3-8) Primera Lectura
De la carta a los Hebreos:
Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto; no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con una cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa; cuánto más la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por eso Él es el mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. (Hebreos 9, 11-15) Segunda Lectura.
Del Evangelio según san Marcos:
El primer Día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Él envió a dos discípulos, diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo salieron para el monte de los Olivos. (Marcos 14, 12-16.22-26) Evangelio.
REFLEXIÓN
Hoy fiesta del Corpus Christi. ¿Cómo podríamos nosotros cantar esto? Sin duda, de diferentes modos; uno de ellos podía ser así. Vivía una vez un muchacho, en un pueblecillo insignificante, que llevaba una vida normal. Era piadoso y alegre, aprendía y trabajaba en lo que le salía, además de la artesanía familiar. Eso sí, poseía un alma pacífica y misericordiosa, un corazón manso y humilde, lloraba con los afligidos y anhelaba la justicia de Dios, a quien cada día le iba llamando “Papá” con mayor convicción y fuerza.
Y un día –casi ni sabemos bien cómo fue- cuando ya declinaban sus años juveniles, cayó en la cuenta que no había nada en él que no estuviera destinado a todos los demás; que no debía guardarse nada para sí. Y salió, y comenzó a repartirse. Compartía las palabras que eran hijas de su alma, de las que se alimentaba; de entre ellas, sobresalía una: ¡Padre! Lo decía con tal seguridad, que casi asustaba, pero sobre todo admiraba y atraía; porque no tenía tiempo para sí. Su vida se proyectaba hacia Dios y hacia todos los demás; recorría aldeas, y sus palabras, llenas de belleza y verdad, curaban, limpiaban, revitalizaban, hasta tal punto que las fuerzas del mal que nos aprisionan se revolvían; sin embargo, no podían contra él. Frágil, débil y humano, traslucía tal carga de potestad que no podía ser otra que la divina. Los hambrientos, enfermos, marginados y hasta los pecadores encontraron en él la sonrisa noble de la salud y el perdón. En todos suscitaba alegría y un cambio de corazón, deseos de ser mejores, de seguirle.
En cierta ocasión, inquietó a todos; pues les dijo que sólo quien entrega su vida, como sacrificio espiritual, a Dios y la pone al servicio de sus prójimos encuentra el camino de la Vida. ¿Se lo creyó alguien? Pero él siguió entregándose, amando. Y una tarde, muy singular, terminó de darse por completo a su Padre y a nosotros. Nos entregó su Cuerpo que sostenía aquel Amor tan intenso que alimentaba y regaba su Sangre. Este hombre no estaba exento de instinto de propiedad, no obstante, y pese a fuertes tentaciones superó toda codicia de conservación. Se dio por entero. Por eso, cuando le llegó la muerte, ésta no encontró de qué apropiarse, porque ya todo lo había sido donado. Sólo se quedó con el Amor, al que la muerte no puede destruir. Dios es Amor. ¿Un iluso?
¡Ni mucho menos! Como nadie, mejor que nadie, conoce la realidad de la comunidad eclesial a la que Él confía el signo de la Eucaristía, su Cuerpo entregado y su Sangre derramada. Sabe perfectamente de qué paño estamos hechos. Fue su Padre quien nos moldeó del barro; por eso entiende que somos una comunidad de pecadores, necesitada del perdón y del don y gracia que graciosamente descienden de su Cruz y Resurrección, y que sabemos dónde encontrar la fuente de la esperanza, de la regeneración, el viático en el peregrinaje hacia la Vida. Jesucristo, real y sacramentalmente presente, es quien hoy nos ha sacado a las calles para mostrarse, con idéntica humildad como antaño, como el Salvador de todos nosotros. Algo así y… ¡mucho más! es esta Fiesta.
NOTICIAS
+ El día 30 de mayo celebramos en El Arco la fiesta de san Fernando. De forma más solemne lo festejamos el domingo, día 3. Pese a ser un pueblo pequeño, nuestra celebración fue muy rica, no sólo por la procesión y Bendición de campos, sino por su nutrido coro –unas quince personas, entre mujeres y hombres- que con sencillez y belleza con ayudaron con el canto a que la celebración de la santa Misa la viviéramos con fervor y entusiasmo.
+Dimos cristiana sepultura el 30 de mayo en Palacios a Teófilo Rivas Fernández del Campo. Descanse en paz.
+Dimos cristiana sepultura el 3 de junio en San Pelayo a Bienvenido Borrego Rodríguez. Descanse en paz.
+El pasado domingo 3 de junio recibieron el sacramento de la confirmación en Santiz un grupo de 26 jóvenes: ALFONSO GARCÍA MANGAS,ANDRÉS JUAN PRIETO, EMILIO JULIÁN PRIETO,JAVIER ÁLVAREZ VICENTE,JAVIER MATEOS SANTOS,JESUS MARÍA CUADRADO PÉREZ,JUAN ANTONIO PRIETO MARTÍN,JUAN GONZÁLEZ VICENTE , MANUEL VICENTE IGLESIAS, MANUEL HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, MIGUEL ANGEL JULIÁN PRIETO, RAMÓN RODRÍGUEZ CUADRADO, RUBÉN HERNÁNDEZ MARTÍN, RUBÉN RODRIGUEZ BRAGADO, ANA ISABEL ÁLVAREZ VICENTE,-BELEN CALVO RODRÍGUEZ, BEATRIZ JUAN PRIETO, JOSEFA GARCÍA MANGAS, LAURA RODRÍGUEZ BRAGADO, LAURA SÁNCHEZ GARCÍA, MARÍA BELEN ÁLVAREZ VICENTE, Mª ÁNGELES HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, MARÍA ISABEL JUAN PRIETO, MARÍA JOSE RODRÍGUEZ BRAGADO, REBECA VICENTE IGLESIAS, ROCíO DE LAS CANDELAS JULIÁN HERNÁNDEZ . Enhorabuena.
Parroquias de Almenara, Valverdón, San Pelayo de Guareña, El Arco, Santiz, Palacios del Arzobispo, Zamayón, Aldearrodrigo, Torresmenudas, Valdelosa y Topas.
lunes, 11 de junio de 2012
sábado, 2 de junio de 2012
HOJA 98
Del Libro del Deuteronomio:
Habló Moisés al pueblo y dijo: Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás desde un extremo al otro del cielo palabra tan grande como ésta?, ¿se oyó cosa semejante?, ¿hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?, ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los mandamientos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre. (Deuteronomio 4, 32-40) Primera Lectura
De la carta de san Pablo a los Romanos:
Hermanos: los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8, 14-17) Segunda Lectura
Del Evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28, 16-20) Evangelio
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
La palabra del Señor es sincera,
Y todas sus acciones son leales;
Él ama el derecho y la justicia,
Y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo,
El aliento de su boca, sus ejércitos,
Él lo mandó y surgió.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
REFLEXIÓN
Conforme pasan los años por nosotros, ciertamente que adquirimos –sin duda alguna- mayor finura en algunas facetas de nuestra personalidad: la paciencia, experiencia, reflexión, calma… Pero también no pocas de nuestras facultades van menguando: el vigor físico, la fortaleza de nuestras rodillas, la vista, la agilidad mental… Entramos en un declive; posiblemente la decadencia más grave sería perder por completo la memoria; no saber quiénes fuimos, no recordar quiénes nos acompañaron en el pasado; que se hayan borrado en nuestra mente y corazón las huellas de quienes nos quisieron y amaron, a quienes reconocimos como amigos, hermanos, padres. Esta es una de las desgracias más grandes que pueden azotar a cualquiera de nosotros. Pues bien, la desdicha mayor que puede alcanzar a un cristiano es perder la memoria de Dios. Que Dios se haya borrado de su mente y de su corazón. Avivando, espoleando esa memoria de Dios es como comienza Moisés su exhortación al pueblo, que hoy nos ha llegado como primera Lectura. Haz memoria.
Todo el Año Litúrgico es hacer memoria de Dios. La Iglesia se alimenta haciendo memoria de Dios, recordando la obra de Dios ha hecho en ella y a través de ella, por eso se siente querida y perdonada, se ha de sentir rejuvenecida y enviada. En cada generación y en cada momento del transcurso del tiempo. Necesitamos recobrar la memoria de Dios. Al que nombrábamos al santiguarnos desde pequeñitos. Al que con alma pura le rezábamos en silencio, en familia y en la doctrina. Hacer memoria de Dios que infundía, mes tras mes, el deseo de acercarnos a la primera Comunión. Hacer memoria de Dios que infundía alegría en nuestros rostros y corazones, pese a considerables penurias, cuando con devoción aprendíamos las bienaventuranzas, las obras de misericordia y gozosos –con qué poquito!- practicábamos algunas de ellas. ¡Qué necesario es hacer memoria de Dios! Sí, del Dios vivo y verdadero, ante el cual dos enamorados os habéis unido sacramentalmente en fidelidad de amor, abiertos al regalo de otras vidas en medio de las vuestras. Memoria de la ayuda de Dios, de su presencia en la imagen de los hijos nacidos y criados con su ayuda, con el aliento de su fuerza para educarlos y guiarlos por el camino de Dios. Hacer memoria de Dios. De Aquel que con suavidad unas veces, otras con medicinal aspereza, nos inculca en la Confesión el camino del sacrificio, abnegación, esfuerzo, honradez, disponibilidad y elegante educación para afrontar y superar peligros, serias dificultades y posibles desvíos; todo ello arropado por su bondad y misericordia, perdón y gracia. Memoria de Dios que nos ha dado fortaleza para cerrar piadosamente los ojos de nuestros mayores y esperanza en la vida eterna. ¿O es que hemos perdido la memoria de Dios?
NOTICIAS
+ El próximo domingo, fiesta de Corpus Christi, es también el día de Caritas. Una ocasión propicia para afianzar nuestro compromiso de amor, en torno a Jesús Eucaristía, comununión. Dar gracias a Dios por todas y cada una de las personas que desarrollan una labor desinteresada y generosa, sean cuales sean las formas de colaboración: trabajadores, voluntariado, socios, donantes… El lema de este año: Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir nos insta a un estilo de vida más humano y evangélico, que nos lleva a dar pasos concretos y comprometidos. Quiere, ante todo, apelar a nuestro compromiso personal y social. No permitamos que esta gravísima crisis económica que atravesamos nos deshumanice y hiele nuestros corazones.
+ El miércoles 30 de mayo dimos cristiana sepultura en Palacios a Teófilo Rivas Fernández del Campo. Descanse en paz.
CUENTO: EL ZORRO MUTILADO
Fábula del místico árabe Sa´di:
Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca.
El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "Oh, tú que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".
Durante un rato Dios guardó silencio, pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo, te he hecho a tí".
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