Mujer:
Siempre ten presente que la piel se arruga,
el pelo se vuelve blanco,
los días se convierten en años...
Pero lo importante no cambia;
tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.
Detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés viva, siéntete viva.
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas...
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que, en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.
¡Pero nunca te detengas!
Parroquias de Almenara, Valverdón, San Pelayo de Guareña, El Arco, Santiz, Palacios del Arzobispo, Zamayón, Aldearrodrigo, Torresmenudas, Valdelosa y Topas.
jueves, 30 de diciembre de 2010
viernes, 24 de diciembre de 2010
FELIZ NAVIDAD
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
--No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
--Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.
En aquel tiempo salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:
--No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
--Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.
Palabra del Señor
domingo, 19 de diciembre de 2010
HOJA 42
LA PALABRA DE DIOS
“Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa: `Dios-con-nosotros`).” Isaías 7, 14 (Primera Lectura)
“José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Mateo 1, 19-21. (Evangelio)
ORACIÓN
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria e la resurrección.
PLEGARIA EUCARISTICA
En verdad es justo darte gracias, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, bendecimos y glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario
nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
AL HILO DE LA PALABRA
¿Quién no recuerda aquellas solicitudes o cartas –que había que escribir en papel de barba- dirigidas al Teniente Coronel o Gobernador civil? Había un encabezamiento que precedía al motivo de la misiva o exposición del deseo y un final, siempre igual: Dios guarde a usted muchos años… Ese era el marco, el cliché literario que arropaba el contenido de lo que uno deseaba exponer. De esto hay mucho en la Escritura Santa; al fin y al cabo, aunque singularmente orientada por Dios, está escrita por hombres y para hombres. Efectivamente, el autor sagrado para transmitirnos una verdad salvadora recoge un esquema o cliché, que conocemos como de “anuncios”, en ellos intervienen un ángel, o puede suceder en medio de un “sueño”. En este pasaje evangélico tenemos los dos.
Un personaje divino se presenta ante un hombre o una mujer a quienes tiene perplejos o dolientes una situación difícil. El personaje divino interpela a José con un nombre que define ya la misión que le va a ser confiada: “José, hijo de David”; es decir, Jesús será el destinatario de las promesas hechas por Dios a David y su descendencia. Después el personaje divino, fiel a ese esquema literario, hace una reflexión sobre la situación que vive José y describe la misión que le va a ser confiada con vistas a un cierto futuro que hay que esperar… Él salvará a su pueblo…
Lo que se trata también de subrayar es que Dios está actuando en la vida e historia de los hombres de manera secreta, -en sueños-, sin aquellos testigos –por un ángel- que en la vida normal tenemos. En otras palabras, Dios no está lejos de nosotros, de nuestra vida, actúa en nuestros corazones de modo sigiloso y eficaz y lo hace con una finalidad salvadora extendida a todos. Su plan, en este caso la llegada de su Hijo a esta tierra, lo lleva adelante; es la Historia de la salvación. Es una historia de diálogo amoroso; Él lo inicia y nos invita a la respuesta colaboradora, a que acojamos su proyecto sobre nosotros –como en el caso de José- en beneficio y a favor del pueblo, de todos los pueblos. La Encarnación del Hijo eterno del Padre la lleva a cabo el Espíritu Santo; ello es indudable. Pero también tienen parte, nada desdeñable, la fe y confianza de María y José; fe y confianza acreditadas en dolorosa oscuridad. Dios entra en la historia humana, llega a nuestras propias vidas por caminos insospechados, y en cada llegada nos encomienda un encargo a realizar, por nuestro bien, a favor de todos.
NOTICIAS
+Muchas gracias a todos cuantos, en estos días, estáis preparando los nacimientos en nuestras iglesias. Ayudan a centrarnos en el Misterio santo que es la Natividad del Señor, fiesta de alegría, silencio y adoración.
+ En la hoja anterior poníamos una página sobre la soledad, interioridad y silencio. Os animamos a releerla de nuevo, con calma. Tal vez, hoy más que nunca, estamos muy necesitados de ámbitos de silencio y reflexión, de tomar distancia física e interior de tanto reclamo, palabrería, propaganda y rumores de cotilleo casi siempre, por no decir siempre, falsos. Busquemos momentos de silencio, éstos engendran las buenas decisiones.
+ El próximo mes de enero se confirmará en Palacios un grupo de 13 jóvenes-adultos 18 a 40 años que llevan preparándose durante el este año 2010. Cuando nuestros padres y abuelos eran más jóvenes solían haber confirmaciones masivas el día que venía el Sr. Obispo de visita pastoral. Hoy los tiempos han cambiado, quien desea recibir el sacramento de la confirmación lo hace como una opción personal, como un compromiso creyente. Podemos afirmar que la mayoría de edad en la Iglesia se logra al recibir el sacramento de la confirmación. El don del Espíritu Santo que recibimos en este sacramento nos impulsa a ser testigos del evangelio de Jesucristo y miembros activos en la Iglesia, con todos los derechos y deberes.
LOS PADRINOS DE BAUTISMO SEGÚN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
Canon 872: En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.
Canon 873: Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una.
Canon 874 § 1: Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:
1º. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;
2º. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
3º. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
4º. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
5º. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.
§ 2: El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser admitido junto con un padrino católico, y exclusivamente en calidad de testigo del bautismo.
“Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa: `Dios-con-nosotros`).” Isaías 7, 14 (Primera Lectura)
“José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta resolución se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Mateo 1, 19-21. (Evangelio)
ORACIÓN
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria e la resurrección.
PLEGARIA EUCARISTICA
En verdad es justo darte gracias, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, bendecimos y glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario
nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
AL HILO DE LA PALABRA
¿Quién no recuerda aquellas solicitudes o cartas –que había que escribir en papel de barba- dirigidas al Teniente Coronel o Gobernador civil? Había un encabezamiento que precedía al motivo de la misiva o exposición del deseo y un final, siempre igual: Dios guarde a usted muchos años… Ese era el marco, el cliché literario que arropaba el contenido de lo que uno deseaba exponer. De esto hay mucho en la Escritura Santa; al fin y al cabo, aunque singularmente orientada por Dios, está escrita por hombres y para hombres. Efectivamente, el autor sagrado para transmitirnos una verdad salvadora recoge un esquema o cliché, que conocemos como de “anuncios”, en ellos intervienen un ángel, o puede suceder en medio de un “sueño”. En este pasaje evangélico tenemos los dos.
Un personaje divino se presenta ante un hombre o una mujer a quienes tiene perplejos o dolientes una situación difícil. El personaje divino interpela a José con un nombre que define ya la misión que le va a ser confiada: “José, hijo de David”; es decir, Jesús será el destinatario de las promesas hechas por Dios a David y su descendencia. Después el personaje divino, fiel a ese esquema literario, hace una reflexión sobre la situación que vive José y describe la misión que le va a ser confiada con vistas a un cierto futuro que hay que esperar… Él salvará a su pueblo…
Lo que se trata también de subrayar es que Dios está actuando en la vida e historia de los hombres de manera secreta, -en sueños-, sin aquellos testigos –por un ángel- que en la vida normal tenemos. En otras palabras, Dios no está lejos de nosotros, de nuestra vida, actúa en nuestros corazones de modo sigiloso y eficaz y lo hace con una finalidad salvadora extendida a todos. Su plan, en este caso la llegada de su Hijo a esta tierra, lo lleva adelante; es la Historia de la salvación. Es una historia de diálogo amoroso; Él lo inicia y nos invita a la respuesta colaboradora, a que acojamos su proyecto sobre nosotros –como en el caso de José- en beneficio y a favor del pueblo, de todos los pueblos. La Encarnación del Hijo eterno del Padre la lleva a cabo el Espíritu Santo; ello es indudable. Pero también tienen parte, nada desdeñable, la fe y confianza de María y José; fe y confianza acreditadas en dolorosa oscuridad. Dios entra en la historia humana, llega a nuestras propias vidas por caminos insospechados, y en cada llegada nos encomienda un encargo a realizar, por nuestro bien, a favor de todos.
NOTICIAS
+Muchas gracias a todos cuantos, en estos días, estáis preparando los nacimientos en nuestras iglesias. Ayudan a centrarnos en el Misterio santo que es la Natividad del Señor, fiesta de alegría, silencio y adoración.
+ En la hoja anterior poníamos una página sobre la soledad, interioridad y silencio. Os animamos a releerla de nuevo, con calma. Tal vez, hoy más que nunca, estamos muy necesitados de ámbitos de silencio y reflexión, de tomar distancia física e interior de tanto reclamo, palabrería, propaganda y rumores de cotilleo casi siempre, por no decir siempre, falsos. Busquemos momentos de silencio, éstos engendran las buenas decisiones.
+ El próximo mes de enero se confirmará en Palacios un grupo de 13 jóvenes-adultos 18 a 40 años que llevan preparándose durante el este año 2010. Cuando nuestros padres y abuelos eran más jóvenes solían haber confirmaciones masivas el día que venía el Sr. Obispo de visita pastoral. Hoy los tiempos han cambiado, quien desea recibir el sacramento de la confirmación lo hace como una opción personal, como un compromiso creyente. Podemos afirmar que la mayoría de edad en la Iglesia se logra al recibir el sacramento de la confirmación. El don del Espíritu Santo que recibimos en este sacramento nos impulsa a ser testigos del evangelio de Jesucristo y miembros activos en la Iglesia, con todos los derechos y deberes.
LOS PADRINOS DE BAUTISMO SEGÚN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
Canon 872: En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.
Canon 873: Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una.
Canon 874 § 1: Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:
1º. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;
2º. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
3º. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
4º. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
5º. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.
§ 2: El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser admitido junto con un padrino católico, y exclusivamente en calidad de testigo del bautismo.
domingo, 12 de diciembre de 2010
HOJA 41
LA PALABRA DE DIOS
“Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilante, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará”. (Isaías 35, 3-4) (Primera Lectura)
“Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor… Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor”. (Santiago 5, 7.10) (Segunda Lectura)
“Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti.” Mateo 11, 7-10. /Evangelio)
PLEGARIA
En verdad queremos darte gracias, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.
AL HILO DE LA PALABRA
Sucede con harta frecuencia que las realidades que nos llegan se quedan muy por debajo de lo que habíamos esperado. Ello nos hace sufrir, crea en nosotros desaliento. Y en esas ocasiones, que no son pocas, nos encontramos en una encrucijada: optar por la rebeldía y el abandono, o por la paciencia y la activa perseverancia en la espera. Esta última dirección, en un cruce de caminos, fue la elegida por los profetas, aquella a la que nos emplaza Santiago en su carta. Ha de ser nuestra senda, la vereda por la que camina el cristiano todos los días, aquélla de la que el Adviento es tiempo de entrenamiento.
Somos portadores de un mensaje de salvación, que tiene un nombre muy concreto: Jesucristo. Los creyentes lo afirmamos con certeza segura, pero nos vemos obligados a vivirlo, en no pocas ocasiones, de forma dramática; no vemos los frutos de nuestra sembradura, nos sentimos heridos, ridiculizados; como si los acontecimientos que nos rodean desmintieran tozudamente nuestro mensaje de salvación. Es como la situación de Juan Bautista, encarcelado. Sin embargo, es en esa situación de prisionero, antesala de la decapitación, cuando sobre Juan cae la sublime alabanza aprobatoria de Jesús: Sí, más que profeta. Muy probablemente nos hallamos envueltos por situaciones que ponen a prueba la certeza de nuestra fe; vemos cómo nuestros hijos y nietos la abandonan, cómo triunfa el desenfreno y la codicia, cómo a la vulgaridad y tonta vanidad se les denomina glamour, cómo se olvida, pasado el primer impacto, a los desdichados y maltratados, cómo cada uno busca su interés y se machaca agriamente a quienes, con sinceridad y sin componendas, aman y buscan la verdad, la concordia y el bien de todos. Perseverar con paciencia y abiertos a Dios será nuestra primera tarea; desear conocerlo más y mejor -¿eres tú el que ha de venir?- ha de ser una constante creciente en nosotros. ¡Cuánto nos enseña el Adviento! ¡Qué pena si lo dejamos terminar sin que haya empapado nuestra vida: nuestra forma de pensar, de sentir… de apoyarnos confiadamente en Dios, que llega, que permanece!
LA SOLEDAD POSITIVA
Hay una soledad buscada, pero hay otra soledad que padecemos con dolor y a la que pueden habernos llevado las circunstancias vitales y personales. La mayoría de las veces no elegimos vivir en soledad, pero sí está en nuestra mano decidir cómo queremos vivirla y cómo queremos llenarla; cómo disponernos para que ese lugar desértico pueda ser transformado en tierra de gracia.
DISPOSICIONES PARA VIVIR LA SOLEDAD
Silenciar
¡Cuántas veces repetimos ese gesto...! Llegamos a casa tras una jornada de trabajo y encendemos la tele «para que nos haga compañía», decimos, o nos sentamos delante del ordenador y «viajamos» sin rumbo y en cuestión de segundos al otro lado del planeta. Nos dejamos bombardear por una información sin filtros, y acabamos nutriendo nuestra soledad de vidas ajenas, olvidando que las raíces de nuestro árbol están plantadas junto a aguas caudalosas y buenas (Sal 1).
El silencio nos incomoda, porque exige de nosotros cierta pasividad a la que no estamos acostumbrados; pero cuando «callamos» desde dentro, se silencia nuestro ego, todas nuestras hambres y nuestras codicias. Entonces la soledad va disponiendo en nosotros un espacio precioso para la interioridad. En ese gran silencio, en el encuentro desnudo con lo que somos, con nuestra verdad, contactaremos con Aquel de quien recibimos el aliento, y lenta y agradecidamente, acallados ya todos los ruidos, nuestra vida se tornará compromiso, ofrenda y entrega. El silencio y la interioridad son lugares de paso necesarios y obligados que nos han de llevar de la soledad a la comunión, pues ahí aprendemos a acoger nuestro latido más profundo y a escuchar el gemido del Espíritu en los gritos y en los cantos de nuestros hermanos y hermanas... Será la música callada en la soledad sonora...
Permanecer
Vivimos en un tiempo de cambios rápidos. Casi todos los productos que consumimos son desechables, y lo de ayer hoy ya está desfasado y pasado de moda. Permanecer pacientemente podría parecer contracultural. Y cuando la soledad nos acecha, la tentación es la de emprender una huída hacia adelante, lejos de nosotros mismos y de ese lugar de vulnerabilidad, «consumiendo» nuevas experiencias que tapen ese vacío.
No será fácil sostener este tiempo, mantener el pulso, a rostro descubierto, con las circunstancias que nos han llevado hasta aquí. Pero permanecer en fidelidad al tiempo de los dolores y del parto nos llevará a gustar con alegría la presencia cierta e inasible de Dios, que irrumpe en lo escondido de este tiempo y de este momento llenándolo de luz y de presencias. Entonces podremos hacer memoria agradecida del camino que nos ha llevado de la desolación a la comunión. Y permanecer pacientemente junto a nosotros mismos nos llevará a permanecer junto a los vulnerados de nuestro mundo, a quienes tal vez tenemos muy cerca, con la firme convicción de que ellos también son llevados con amor.
Desplegar
¿Quién no recuerda aquellos bichitos de bola con los que tanto nos gustaba jugar cuando éramos niños? En cuanto uno los tocaba, se cerraban automáticamente sobre sí mismos, y así permanecían hasta que se sentían fuera de peligro. Son como aquella mujer encorvada del Evangelio que vivió dieciocho años replegada sobre sí (Lc 13,10-17). Cuando nuestra vida es tocada por la herida de la soledad, nuestra tentación es esa: replegarnos sobre nosotros mismos, reservarnos, protegernos, proyectar en los otros nuestro dolor. Pero el dinamismo de Jesús y de su Espíritu es otro: nos toca con ternura, desata nuestros miedos y nos libera de la sensación de andar pidiendo permiso; nos llama a liberar nuestra energía, los dones recibidos, desde la conciencia de nuestra fragilidad, pero también desde la urgencia de que algo de Dios no será dicho si no lo hacemos nosotros.
Muchos registros de nuestras vidas permanecen dormidos y aguardan a ser expresados; toda la bondad que nos habita espera a desplegar... ese rostro de Dios que solo cada uno de nosotros puede encarnar y hacer concreto. En este viaje de vuelta a casa, que la soledad posibilita, quizá descubramos la perla preciosa que nuestra tierra esconde y que hace rica y valiosa nuestra existencia.
La bendición que se nos va regalando no es solo para nosotros, que, heridos de soledad, somos enviados a aquellos que padecen soledades, sino para desvelar y alumbrar también en ellos una Presencia Amorosa.
Y en este largo éxodo descubriremos, al final, que nuestra vida es portadora de otras existencias, que nuestra soledad nunca es una soledad vacía, porque formamos una unidad misteriosa con cada creatura y con cada ser humano en este mundo preñado de Dios. (PATRICIA HELVIA S.T.)
“Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilante, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará”. (Isaías 35, 3-4) (Primera Lectura)
“Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor… Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor”. (Santiago 5, 7.10) (Segunda Lectura)
“Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti.” Mateo 11, 7-10. /Evangelio)
PLEGARIA
En verdad queremos darte gracias, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.
AL HILO DE LA PALABRA
Sucede con harta frecuencia que las realidades que nos llegan se quedan muy por debajo de lo que habíamos esperado. Ello nos hace sufrir, crea en nosotros desaliento. Y en esas ocasiones, que no son pocas, nos encontramos en una encrucijada: optar por la rebeldía y el abandono, o por la paciencia y la activa perseverancia en la espera. Esta última dirección, en un cruce de caminos, fue la elegida por los profetas, aquella a la que nos emplaza Santiago en su carta. Ha de ser nuestra senda, la vereda por la que camina el cristiano todos los días, aquélla de la que el Adviento es tiempo de entrenamiento.
Somos portadores de un mensaje de salvación, que tiene un nombre muy concreto: Jesucristo. Los creyentes lo afirmamos con certeza segura, pero nos vemos obligados a vivirlo, en no pocas ocasiones, de forma dramática; no vemos los frutos de nuestra sembradura, nos sentimos heridos, ridiculizados; como si los acontecimientos que nos rodean desmintieran tozudamente nuestro mensaje de salvación. Es como la situación de Juan Bautista, encarcelado. Sin embargo, es en esa situación de prisionero, antesala de la decapitación, cuando sobre Juan cae la sublime alabanza aprobatoria de Jesús: Sí, más que profeta. Muy probablemente nos hallamos envueltos por situaciones que ponen a prueba la certeza de nuestra fe; vemos cómo nuestros hijos y nietos la abandonan, cómo triunfa el desenfreno y la codicia, cómo a la vulgaridad y tonta vanidad se les denomina glamour, cómo se olvida, pasado el primer impacto, a los desdichados y maltratados, cómo cada uno busca su interés y se machaca agriamente a quienes, con sinceridad y sin componendas, aman y buscan la verdad, la concordia y el bien de todos. Perseverar con paciencia y abiertos a Dios será nuestra primera tarea; desear conocerlo más y mejor -¿eres tú el que ha de venir?- ha de ser una constante creciente en nosotros. ¡Cuánto nos enseña el Adviento! ¡Qué pena si lo dejamos terminar sin que haya empapado nuestra vida: nuestra forma de pensar, de sentir… de apoyarnos confiadamente en Dios, que llega, que permanece!
LA SOLEDAD POSITIVA
Hay una soledad buscada, pero hay otra soledad que padecemos con dolor y a la que pueden habernos llevado las circunstancias vitales y personales. La mayoría de las veces no elegimos vivir en soledad, pero sí está en nuestra mano decidir cómo queremos vivirla y cómo queremos llenarla; cómo disponernos para que ese lugar desértico pueda ser transformado en tierra de gracia.
DISPOSICIONES PARA VIVIR LA SOLEDAD
Silenciar
¡Cuántas veces repetimos ese gesto...! Llegamos a casa tras una jornada de trabajo y encendemos la tele «para que nos haga compañía», decimos, o nos sentamos delante del ordenador y «viajamos» sin rumbo y en cuestión de segundos al otro lado del planeta. Nos dejamos bombardear por una información sin filtros, y acabamos nutriendo nuestra soledad de vidas ajenas, olvidando que las raíces de nuestro árbol están plantadas junto a aguas caudalosas y buenas (Sal 1).
El silencio nos incomoda, porque exige de nosotros cierta pasividad a la que no estamos acostumbrados; pero cuando «callamos» desde dentro, se silencia nuestro ego, todas nuestras hambres y nuestras codicias. Entonces la soledad va disponiendo en nosotros un espacio precioso para la interioridad. En ese gran silencio, en el encuentro desnudo con lo que somos, con nuestra verdad, contactaremos con Aquel de quien recibimos el aliento, y lenta y agradecidamente, acallados ya todos los ruidos, nuestra vida se tornará compromiso, ofrenda y entrega. El silencio y la interioridad son lugares de paso necesarios y obligados que nos han de llevar de la soledad a la comunión, pues ahí aprendemos a acoger nuestro latido más profundo y a escuchar el gemido del Espíritu en los gritos y en los cantos de nuestros hermanos y hermanas... Será la música callada en la soledad sonora...
Permanecer
Vivimos en un tiempo de cambios rápidos. Casi todos los productos que consumimos son desechables, y lo de ayer hoy ya está desfasado y pasado de moda. Permanecer pacientemente podría parecer contracultural. Y cuando la soledad nos acecha, la tentación es la de emprender una huída hacia adelante, lejos de nosotros mismos y de ese lugar de vulnerabilidad, «consumiendo» nuevas experiencias que tapen ese vacío.
No será fácil sostener este tiempo, mantener el pulso, a rostro descubierto, con las circunstancias que nos han llevado hasta aquí. Pero permanecer en fidelidad al tiempo de los dolores y del parto nos llevará a gustar con alegría la presencia cierta e inasible de Dios, que irrumpe en lo escondido de este tiempo y de este momento llenándolo de luz y de presencias. Entonces podremos hacer memoria agradecida del camino que nos ha llevado de la desolación a la comunión. Y permanecer pacientemente junto a nosotros mismos nos llevará a permanecer junto a los vulnerados de nuestro mundo, a quienes tal vez tenemos muy cerca, con la firme convicción de que ellos también son llevados con amor.
Desplegar
¿Quién no recuerda aquellos bichitos de bola con los que tanto nos gustaba jugar cuando éramos niños? En cuanto uno los tocaba, se cerraban automáticamente sobre sí mismos, y así permanecían hasta que se sentían fuera de peligro. Son como aquella mujer encorvada del Evangelio que vivió dieciocho años replegada sobre sí (Lc 13,10-17). Cuando nuestra vida es tocada por la herida de la soledad, nuestra tentación es esa: replegarnos sobre nosotros mismos, reservarnos, protegernos, proyectar en los otros nuestro dolor. Pero el dinamismo de Jesús y de su Espíritu es otro: nos toca con ternura, desata nuestros miedos y nos libera de la sensación de andar pidiendo permiso; nos llama a liberar nuestra energía, los dones recibidos, desde la conciencia de nuestra fragilidad, pero también desde la urgencia de que algo de Dios no será dicho si no lo hacemos nosotros.
Muchos registros de nuestras vidas permanecen dormidos y aguardan a ser expresados; toda la bondad que nos habita espera a desplegar... ese rostro de Dios que solo cada uno de nosotros puede encarnar y hacer concreto. En este viaje de vuelta a casa, que la soledad posibilita, quizá descubramos la perla preciosa que nuestra tierra esconde y que hace rica y valiosa nuestra existencia.
La bendición que se nos va regalando no es solo para nosotros, que, heridos de soledad, somos enviados a aquellos que padecen soledades, sino para desvelar y alumbrar también en ellos una Presencia Amorosa.
Y en este largo éxodo descubriremos, al final, que nuestra vida es portadora de otras existencias, que nuestra soledad nunca es una soledad vacía, porque formamos una unidad misteriosa con cada creatura y con cada ser humano en este mundo preñado de Dios. (PATRICIA HELVIA S.T.)
jueves, 9 de diciembre de 2010
miércoles, 8 de diciembre de 2010
sábado, 4 de diciembre de 2010
HOJA 40
LA PALABRA DE DIOS
“En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor… Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada”. Isaías 11, 1.10 (Primera Lectura)
“Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”. Romanos 15, 4 (Segunda Lectura)
“Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos…. Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: ‘Abrahán es nuestro padre’, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras”. Mt. 3, 1-2. 7-9
NUESTRA PLEGARIA
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
te damos gracias siempre por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera
en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación;
para que cuando venga de nuevo
en la majestad de su gloria,
revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos
que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso te alabamos y cantamos sin cesar.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que nos mandas abrir camino a Cristo, el Señor; no permitas que desfallezcamos en nuestra debilidad los que esperamos la llegada saludable del que viene a sanarnos de todos nuestros males. Por Jesucristo, nuestro Señor.
AL HILO DE LA PALABRA
El desierto, no sólo como espacio físico sino también, y muy principalmente, como situación existencial, ha sido usado por todos los profetas como el ámbito apropiado para escuchar a Dios, para la conversión. El desierto indica indigencia y pobreza que son el campo idóneo para la esperanza; de ahí que la Iglesia, nosotros, la comunidad de creyentes en Jesucristo, ha de recorrer ese camino de desierto para rehacerse. Existen numerosos síntomas de que atravesamos un desierto de fe. A diferencia de otras épocas, hoy la vida cristiana, el ejercicio de la fe ha quedado a la intemperie.
A decir verdad, la invitación del Bautista encuentra en la mayoría de la gente una excelente acogida; esta favorable disposición y, muy singularmente, su fidelidad a Quien lo ha enviado le dan pie para exigirles con hondura la conversión. Orgullosos de pertenecer al pueblo elegido –“hijos de Abrahán”- se consideran dispensados de toda penitencia y conversión, de todo esfuerzo de preparación a la venida del reino de Dios. Sería como si nosotros dijéramos: estamos bautizados, casados por la Iglesia, acudimos algunos domingos y a todos los funerales, no asesinamos…, ¿no somos hijos de la Iglesia? Convertiríamos esto, tan poquito, en un vano privilegio que elude la responsabilidad, la acción, los frutos de una vida diaria según Dios. Esa maniobra de eludir la llamada a una fe creciente y confesante, a una esperanza viva en Dios, al amor que constantemente requieren todos los momentos de la existencia, sería tan vana y mentirosa hoy como lo fue en aquella época el exclamar: “somos hijos de Abrahán”. Esperar en Dios, volver a Él –eso es la conversión- es a lo que nos insta el Adviento; vigilantes para no caer en el autoengaño o complaciente indiferencia, que sería como el veneno de la víbora. Aunque sean pasos pequeños –como un incipiente brote en raíz seca-, si son decididos y sinceros, el aliento y el consuelo de Dios los encaminarán hacia su Reino, hacia su Hijo que llega a nosotros.
NOTICIAS
+ Celebramos el sábado pasado en Almenara las bodas de oro de Alejandro y Consuelo. Enhorabuena por esos 50 años de convivencia.
+ Hemos recibido muchas llamadas de preocupación por parte de muchos padres y madres de nuestra unidad pastoral. El motivo de su inquietud es que sus hijos e hijas “no les da por echarse novio o novia”, dicen que están muy a gusto en casa con la comida, la ropa planchada, el calor, sin pagar hipoteca. Sobre todo las madres dicen que ya es hora de poder descansar un poco después de tantos años. Por eso tendremos una reunión el último martes de este mes. Ya os informaremos.
YO TE SALUDO, MARÍA,
Yo te saludo, María,
porque el Señor está contigo,
en tu casa, en tu calle, en tu pueblo,
en tu abrazo, en tu seno.
Yo te saludo, María,
porque preguntaste lo que no entendías
-aunque fuera un mensajero divino-
y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego,
sino que tuviste diálogo y palabra propia.
Yo te saludo, María,
porque concebiste y diste a luz un hijo,
Jesús, la vida;
y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar
y cuidar si queremos hacer a Dios presente.
Yo te saludo, María,
porque te dejaste guiar por el Espíritu
y permaneciste a su sombra,
tanto en la tormenta como en la bonanza,
dejando a Dios ser Dios
y no renunciando a ser tú misma.
Yo te saludo, María, hermana peregrina.
Camina con nosotros,
llévanos junto a los otros
y mantén nuestra fe. (Florentino Ulibarri)
NUEVO ADVIENTO
Señor te esperamos
En el nuevo adviento
Vienes a salvarnos,
Vamos a tu encuentro.
Se oye desde lejos la voz de Isaías
que anuncia al Mesías, le llaman Emmanuel.
Juan nos lo señala, cordero inmolado
que quita el pecado, vayamos con Él.
Con la Virgen Madre la Iglesia está unida
en vela encendida de fe y de oración.
La Virgen María del sol es la aurora
ya llega la hora de la salvación.
Ven a nuestro mundo, Señor que te espera, comience una era de luz y verdad.
Rásguense los cielos y baja a salvarnos
pues vienes a darnos tu amor y tu paz.
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