sábado, 15 de enero de 2011

HOJA 43


ESTE ES MI HIJO, UN TROCITO DE MI QUE ESTÁ CON VOSOTROS


PALABRA DE DIOS


El Señor me dijo: “Tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso…; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.” (Isaías 49, 3.6) Primera Lectura

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que Él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan en nombre de Jesucristo Señor nuestro y de ellos. (1ª Corintios 1, 1-3) Segunda Lectura

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1, 29) Evangelio



Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor:

Él se inclinó y escuchó mi grito;

me puso en la boca un cántico nuevo,

un himno a nuestro Dios.

Tú no quieres sacrificios no ofrendas,

y en cambio me abriste el oído;

no pides sacrificio expiatorio,

entonces yo dije: “Aquí estoy”.

ORACIÓN

Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad para que, alimentados con tu Palabra y tu Pan, permanezcamos unidos en el mismo amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

REFLEXIÓN

Si releemos nuevamente la segunda Lectura, redescubrimos de nuevo quiénes somos nosotros; se visualiza con mayor claridad cuando estamos reunidos en el templo. Somos una asamblea de hombres y mujeres llamados por Dios, consagrados por Jesucristo; somos la iglesia de Dios. Mas no en exclusividad, de forma aislada, independiente; antes, al contrario, existe un vínculo de unión con todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo. Ese vínculo de unión, que brota del Padre común, es Jesucristo, Siervo y Luz de las naciones, Cordero de Dios para el mundo, Señor nuestro y de ellos. Y es que universal –para las naciones, para el mundo, para todos ellos- es el señorío de Dios, hecho deseo salvífico en el Siervo y Luz, Cordero y Señor. Repensar esto es muy importante, porque no sólo es el inicio y el fundamento de nuestra fe sino también la indicación acertada para el camino de ella. Veamos lo que hemos rezado en el conjunto del salmo y del estribillo en particular.

“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Son palabras que, ante todo, expresan la vida de Jesús; pero también las de María, la Virgen Madre, y también han de ser las de todo cristiano, de nosotros los llamados y consagrados por Dios, de nosotros la comunidad de la Iglesia. Realizar la voluntad de Dios es la contestación acertada que daremos los llamados por Dios; es la fe, la respuesta amorosamente libre a Él. No basta y, menos aún podemos reducirla a unas prácticas, aunque daten de muchos años, en honor de san Roque, santa Rita, san Antonio… u otro santo, mientras despreciamos, por ejemplo, el Día del Señor. No. Es la voluntad del Señor la que hemos de buscar, amar y cumplir. Necesitamos, hoy muy probablemente más que antes, conocer con mayor intensidad a Jesucristo, su Evangelio y hacerlo vida en nuestras vidas. Es un proceso muy conveniente que casi olímpicamente lo dejamos a un lado, creemos que podemos prescindir de él. Deberíamos exigirlo, mucho más que otras cosas que encargamos. Mucho más. Sin este deseo firme de dejarnos encontrar por Dios, de poner de nuestra parte cuanto lo facilite, cortaríamos la transmisión de la fe, vaciaríamos los Sacramentos que el Señor ha legado a su Iglesia. Esto es muy serio.

UN NUEVO AÑO

Ha pasado el tiempo de Navidad y estamos transitando ya los primeros tramos del nuevo año. Una vez más el Señor ha plantado su tienda en este mundo, lo que nos llena de fe y esperanza y nos invita a llenarlo de amor. Un plan bonito; ser cristiano es hermoso. El año viene con temores fundados, lo económico va mal en general y muy mal para algunos; los verdaderos valores menguan en cotización. No nos equivocamos mucho si afirmamos que la situación, en diversos aspectos, es preocupante. Siempre hemos necesitado unos de otros. Quizá no está en nuestras manos la solución a los más graves problemas; sin embargo, sí que está a nuestro alcance preguntar a cualquier prójimo: ¿qué quieres que haga por ti?.

Los clásicos decían “si está de Dios saldrá bien”. Eso le pedimos para todo, la Unidad Pastoral, cada parroquia, cada familia, los avatares de la economía, de la cultura… Y que sepamos aproximarnos a los que lo pasan mal y quizá quejarnos un poco menos si a nosotros no nos llega todo lo que exigimos. No olvidemos que en la vida se pasa mal muchas veces, unas por cosas muy importantes y otras por menos. Lo hermoso es encontrar una mano que se deje coger, un aliento que aliente, un hombro que invite a reclinar la cabeza, un corazón que sepa escuchar… ¿Lo harás?

NOTICIAS

+El 8 de enero bautizamos en Santiz a Héctor, hijo de Roberto y María Pilar.

+Hoy 16 de enero nuestro obispo D. Carlos estará presente en Palacios del Arzobispo para celebrar el sacramento de la Confirmación.

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