sábado, 29 de enero de 2011

HOJA 45


LA PALABRA DE DIOS


Buscad al Señor los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor. Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. (Sofonías 2,3; 3,12) Primera Lectura

Hermanos: Fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas… Aún más, ha escogido (Dios) la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. (1ª Corintios 1, 26-29) Segunda Lectura


Dichosos los pobres en el espíritu,


porque de ellos es el Reino de los Cielos

El Señor hace justicia a los oprimidos,

da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos,

el Señor guarda a los peregrinos,

y trastorna el camino de los malvados.

Dichosos los pobres en el espíritu,

porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Oración

Reanimados por los dones salvadores que nos otorgas, te suplicamos, Señor, que la Palabra y el Pan de la vida eterna nos hagan crecer continuamente en la fe verdadera. Por Jesucristo nuestro Señor.


REFLEXIÓN

El Evangelio, en su conjunto, a nadie deja indiferente; mas hay en él páginas muy concretas de las que se puede afirmar eso con mayor fuerza. Una de ellas, sin duda alguna, es aquella en la que encontramos las Bienaventuranzas. A algunos les ha producido rechazo, mofa o incredulidad; a no pocos les deja sanamente perplejos, les suscita la reflexión y el examen más o menos intenso y perseverante. Y una multitud nada desdeñable, a lo largo de los veinte siglos, ha encontrado en ellas la fuente de la alegría y, acogiéndolas en sus vidas, con más o menos intensidad, las han tenido como marco de actuar e indicación para su peregrinaje terreno.

Estos últimos son los santos, canonizados o desconocidos. Adhiriéndose a Jesucristo –las bienaventuranzas son su retrato-, han consentido que Dios sea su principal riqueza, el tesoro de su corazón, de cuyo contenido hablan sus bocas y mueven sus obras. Lejos de dejarse llevar por el arrebato o la ira, son sufridos, pacientes, mansos y humildes de corazón. Semejantes a los israelitas que lloraban junto a los cauces de los ríos de Babilonia, añoran y ansían una tierra y un mundo en el que Dios sea el centro y los hombres y mujeres que lo habitan se sientan sus hijos y se amen como hermanos. Con esa ardiente aspiración que producen el hambre y la sed buscan con ardor la justicia y la fraternidad. Dejando a un lado los perjuicios recibidos conceden el perdón a sus prójimos, al tiempo que usan de la misericordia con el desamparado, el caído o el pecador. Acogiéndose a la paz que Dios nos otorga en Jesucristo, buscan la forma de implantarla en los corazones enfrentados por el atropello, el dolor, la violencia de sus prójimos. Ellos mismos se sienten necesitados de la limpieza de corazón para acercarse a Dios o, mejor aún, para que Dios pueda entrar todavía más en su corazón.

Señal de todo esto, como sucedió en Jesús y sucede en los santos, será el entorno hostil que a veces rodea al que vive las bienaventuranzas. Y es que sucede que siempre, necesariamente, el bien provoca al mal, lo saca de sus casillas y, sufriéndolo, lo vence y anula. Los discípulos de Jesús, objeto de atención de todo ambiente hostil, suscitan, sin buscarlo, juicios desfavorables que llegan hasta el insulto, la calumnia y la persecución

CANCIÓN

Cuando el pobre nada tiene y aun reparte,

cuando un hombre pasa sed y agua nos da,

cuando el débil a su hermano fortalece,

va Dios mismo en nuestro mismo caminar.

Cuando un hombre sufre y logra su consuelo,

cuando espera y no se cansa de esperar,

cuando amamos, aunque el odio nos rodee,

va Dios mismo en nuestro mismo caminar.

Cuando crece la alegría y nos inunda,

cuando dicen nuestros labios la verdad,

cuando amamos el sentir de los sencillos

va Dios mismo en nuestro mismo caminar.

Cuando abunda el bien y llena los hogares,

cuando un hombre donde hay guerra pone paz,

cuando hermano le llamamos al extraño

va Dios mismo en nuestro mismo caminar.


NOTICIAS

+Enterramos el sábado 22 en San Pelayo de Guareña a Jesús Bravo Hernández. Descanse en paz.

+Enterramos el miércoles 26 en Valverdón a Pedro Rodríguez Márquez. Descanse en paz.

+Delicado de salud pero muy activo y servicial con todos; había sostenido con asidua puntualidad y abnegada dedicación el hogar de los jubilados, fiel servidor en la sacristía y acciones del culto hasta el final. Era Evaristo Iglesias, al que dimos sepultura el 24 de los corrientes en Zamayón. Descanse en paz.

LOS PADRINOS

La importancia de los padrinos en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación y Matrimonio es grande. Les viene esa importancia de la naturaleza misma de los Sacramentos en los que intervienen. Por el Sacramento del Bautismo nos incorporamos a Jesucristo, a su Misterio Pascual; respondemos a la llamada de Dios y, por la respuesta de fe confesada en medio de la comunidad seguidora de Jesús, la Iglesia, acogemos la paternidad divina. En el caso del Bautismo, cuando el bautizado es pequeño, los padres son los primeros y principales responsables de la educación de la fe de su hijo. El mismo Rito del bautizo lo subraya en diversos momentos. Los padrinos son aquellos que han de ayudar a los padres en esta tarea; es lógico que sean hombres de fe y, dado que son adultos, hayan mostrado conforme a su edad los pasos del itinerario del seguimiento al Señor. Estos pasos se realizan y celebran en los Sacramentos que llamamos de Iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía y Confirmación. De todo esto deriva la implantación de la prescripción de que los padrinos hayan vivido ese recorrido: Bautismo, Eucaristía y Confirmación. En las próximas hojas seguiremos desarrollando esto tan importante: los padrinos han de estar confirmados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HOJA 99

En aquellos días Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: Haremos to...