domingo, 6 de febrero de 2011

HOJA 46

LA PALABRA DE DIOS


Esto dice el Señor: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora… Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia… y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. (Isaías 58, 7-10) Primera Lectura

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. (Mateo 5, 13-16) Evangelio



El justo brilla en las tinieblas como una luz.

En las tinieblas brilla como una luz

el que es justo, clemente y compasivo.

El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,

su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor,

reparte limosna a los pobres,

su caridad es constante, sin falta

y alzará la frente con dignidad.

El justo brilla en las tinieblas como una luz.

ORACIÓN

Oh Dios que has querido hacernos partícipes de un mismo Pan y un mismo Cáliz, concédenos vivir tan unidos a Cristo que fructifiquemos con gozo en bien de la salvación de los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor.

REFLEXIÓN

De sal y luz, del mundo y la tierra; del monte y de los de casa nos habla Jesús en el Evangelio, en la página que continúa a las bienaventuranzas, prolongación de ellas; al igual que las aquellas se dirigen estas palabras a los discípulos, a nosotros. La vida de todo seguidor –si de verdad lo es- de Jesús es para los habitantes de la tierra la que ha de proporcionar el sabor que hace la vida agradable, para los que habitan este mundo una luz que ilumina el camino de la humanidad. No basta pues con que sea una claridad para sí mismo, un saboreo que hace agradable la propia vida. No. Ha de ponerse en servicio de este mundo, de esta tierra; ha de ser visible como la cima de un monte y extensible a todos los de la casa.

También nos dice que somos sal y luz a través de las obras; aquellas que ha proclamado en las bienaventuranzas: la pobreza y limpieza, la misericordia y la paz, el hambre de justicia y la mansedumbre, la fidelidad en la prueba del llanto y de la persecución. En el amor eficaz y tangible al prójimo, como nos propone Isaías, especialmente al hambriento, necesitado; es decir, para con los pobres y necesitados. De esa forma, despojados de nuestra propia tiniebla, comenzamos a brillar como luz. Pero el gusto que la sal proporciona a la vida, la orientación segura que la luz suministra para acertar en el camino no son un fin en sí mismas sino unos medios, entusiastas y alegres, que invitan a los hombres a alabar a Dios, al Padre que esté en el cielo. No son un tesoro para apropiar, sino unos dones para regalar. Hemos de pensar con tanta seriedad como gratitud que, por la condición de discípulos, nuestra vida, nuestras obras diarias han de ser como la sal y la luz. Preguntarnos si en verdad lo estoy haciendo, si en verdad no quiero ser sosería para ser tirada y pisada.

NOTICIAS

+ Muy servicial para con todos era Evaristo; durante años sostuvo casi en solitario la asociación de mayores en Zamayón y, hasta pocos días antes de ser llamado por Dios, se ocupaba de casi todos los menesteres que conciernen al templo, sacristía, campanario. Servidor fiel y cumplidor, sonriendo incluso cuando se enfadaba, inclinado a la perseverancia sin ver, en ocasiones, el fruto de su quehacer deja en nosotros un saludable recuerdo. Evaristo, muchas gracias por todo, te las damos de corazón; descansa en la Paz que Dios otorga a los humildes, sencillos y serviciales.

+ De forma diferente y según las posibilidades, en algunas parroquias de nuestra Unidad Pastoral celebramos ayer la fiesta de santa Águeda, virgen y mártir. A ella, mujer valiente y fiel a Jesucristo y su Iglesia, nos encomendábamos y pedimos que interceda por todos en el avance diario de la libertad y responsabilidad en esta sociedad de nuevas esclavitudes y superficialidades.

+ Aunque no sea necesario consignar el agradecimiento de la inmensa mayoría de todos nosotros, pues saben que lo tienen, queremos resaltar el gran servicio gratuito que realizan las mujeres que se ocupan de la limpieza de nuestros templos. En El Arco: 12; en Aldearrodrigo: 24; en Torresmenudas: 25, San Pelayo: 6; Palacios: 25 ; Almenara: 22; Santíz: 30. (En Valverdón se encarga el Ayuntamiento). Por turnos, a lo largo del año y cuatro o cinco veces cada mes, ellas se esmeran que haya flores, que los manteles estén limpios y asean los vasos sagrados. ¡Qué sería de nuestros templos sin ellas!

+ ¡Cuánto han cambiado nuestros pueblos! No hará todavía 25 ó 30 años, cada una de nuestras parroquias tenía un párroco como en exclusividad; no hará ni 5 años todavía éramos cinco sacerdotes para lo que hoy forma la Unidad Pastoral. Poco más o menos por estos días, hace los 2 años que empezamos a estar ya sólo dos. ¡Menudo cambio! Es verdad que no sólo en este punto se ha cambiado. Pensemos en las escuelas bien nutridas, en la secretarías de cada ayuntamiento, en… la población en general. Todo esto es tan complejo que requeriría otro espacio para hablar sobre ello, pues tiene amplias repercusiones de cara al futuro no lejano ya. Simplemente aquí y ahora, en esta hojita, queremos resaltar algo que ya sabemos, y sin embargo se nos olvida involuntariamente en la práctica. Esto es: no podemos hacer las cosas ya como hace 10 ó 15 años. Los cambios están siendo muy hondos. Es necesario, por parte de todos, una mayor participación, colaboración en las tareas pastorales. Se impone el esfuerzo de preparación para ello. Nosotros, los dos sacerdotes, no podemos menos de expresar nuestro agradecimiento por la paciencia y comprensión que notamos en una amplia mayoría de todos vosotros. Y desde ellas os pedimos que nos ayudéis aún más. Es una cuestión que nos preocupa; nos preocupa por vosotros, por cuantos queréis ser fieles a la vida cristiana, que se vive en comunidad; esta comunidad que va a nacer en el futuro ya no se reducirá a la del pueblo de cada uno. La gestación de ese alumbramiento, para que no sea un parto fallido, ha de ser cuidada y preparada. Pensamos que ello es algo que Dios nos está pidiendo a cada uno.

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