domingo, 13 de junio de 2010

HOJA 26

(PERDÓN POR EL RETRASO :):):)

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS


En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Él respondió: Dímelo, maestro. Jesús le dijo: Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón contestó: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Jesús le dijo: Has juzgado rectamente. Y, volviéndose a la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella en cambio me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: tu fe te ha salvado, vete en paz.



Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

Dichoso el que está absuelto de su culpa;

dichoso el hombre al que el Señor

no le apunta el delito.

Tú eres mi refugio: me libras del peligro,

me rodeas de cantos de liberación.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor,

aclamadlo, los de corazón sincero

Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

ORACIÓN

Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Amén



A PROPÓSITO DE LA PALABRA

El Evangelio está lleno de escenas de amor; una de ellas es esta página de san Lucas; de un amor auténtico, hondo, humano y divino; mucho más allá del “te quiero mucho, como la trucha al trucho”. Quizá sólo desde el amor podemos conocernos; sin él nos ignoramos. Ambos personajes –el fariseo y la pecadora- tenían noticia de Jesús. Muy probablemente habían oído sus palabras y visto sus signos; sin embargo, ambos tienen diferente conocimiento de él. El fariseo desconfía de él, niega que sea enviado de Dios; ella ha descubierto los pies del mensajero que anuncia la Paz, y sobre ellos derrama sus lágrimas y los unge como a un rey. El fariseo, desde su altivez justiciera, desprecia en su interior a Jesús y a aquella mujer a quien le da el calificativo más humillante de aquella época. Jesús acoge a los dos: acepta la invitación y deja que la mujer se explaye. Con tanta dulzura como claridad le ayuda a pensar rectamente al fariseo y perdona a la mujer.

Y es que la verdadera protagonista de la página evangélica es la misericordia de Dios, abierta a todos. Es el Misterio de Dios que se hace presente en Jesús. Por ello, ante su despliegue envolvente, los presentes sienten un temblor inquieto en sus almas y se preguntan: ¿Quién es éste que infunde cantos de liberación? ¿Quién es éste en el que el pecador ha encontrado su refugio? Porque el único refugio del pecador es Dios, que hace dichoso al hombre absuelto borrando su delito.

Todo ello es obra de Dios, que es Amor, y nos perdona. Sólo quien reconoce el perdón de Dios empieza a amar de veras; solidarios en la culpa, nos unidos en la súplica penitencial para alegrarnos con Él y aclamarlo con corazón sincero, sin prejuicios ni resentimientos.

NOTICIAS

+ El miércoles, día 9, recibió sepultura en Aldearrodrigo Serafín Espinosa Herrero. Descanse en paz.

+El jueves, día 10, recibió sepultura en Valverdón María Agustina Sierra Varas. Descanse en paz.

APRENDIENDO

¿Qué son las habilidades sociales?



Las habilidades sociales son un conjunto de hábitos (a nivel de conductas, pero también de pensamientos y emociones), que nos permiten mejorar nuestras relaciones interpersonales, sentirnos bien, obtener lo que queremos, y conseguir que los demás no nos impidan lograr nuestros objetivos.

También podemos definirlas como la capacidad de relacionarnos con los demás en forma tal que consigamos un máximo de beneficios y un mínimo de consecuencias negativas; tanto a corto como a largo plazo.

Las habilidades sociales son primordiales ya que:

• La relación con otras personas es nuestra principal fuente de bienestar; pero también puede convertirse en la mayor causa de estrés y malestar, sobre todo, cuando carecemos de habilidades sociales.

• Los déficits en habilidades sociales nos llevan a sentir con frecuencia emociones negativas como la frustración o la ira, y a sentirnos rechazados, infravalorados o desatendidos por los demás.

• Los problemas interpersonales pueden predisponernos a padecer ansiedad, depresión, o enfermedades psicosomáticas.

• Mantener unas relaciones interpersonales satisfactorias facilita la autoestima.

• Ser socialmente hábil ayuda a incrementar nuestra calidad de vida. (seguiremos)

La mano

Una vez, una maestra pidió a sus alumnos de primaria que hiciesen un dibujo de alguna cosa con la cual estuviesen agradecidos… Ella pensó que seguramente todos ellos eran hijos de familias pobres no tendrían mucho que agradecer, así que dibujarían platos de comida, o alguna cosa por el estilo.

Sin embargo, la profesora quedó sorprendida con el dibujo que hizo uno de sus alumnos... Era una mano, dibujada de forma sencilla e infantil.

Pero, ¿de quién era la mano? Toda la clase quedó encantada con aquel dibujo.

"Creo que debe ser la mano de Dios", dijo un niño

"No, yo creo que es la mano de un granjero que está dando de comer de comer a las gallinas", dijo otro.

Cuando finalmente todos volvieron a su trabajo, la profesora se aproximo de su alumno y le preguntó de quien era la mano.

"Es su mano, profesora" -murmuró él.

Entonces la profesora se acordó que, en varias ocasiones, en el recreo, ella le había cogido de la mano a él, que era un niño raquítico y desamparado.

Ella hacía esto frecuentemente con los niños. Pero aquello significaba mucho para este alumno.

Tal vez esa debería ser la acción de gracias de todos, no por las cosas materiales que nos dan, sino por la oportunidad de todas las cosas pequeñas con las que nos podemos dar a los otros.

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