sábado, 28 de enero de 2012

HOJA 83


Del Libro del Deuteronomio


Habló Moisés al pueblo diciendo: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de tus hermanos. A él le escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en Horeb, el de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir.” El Señor me respondió: “Tienen razón: suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo les mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, es reo de muerte.” (Deuteronomio 18, 15-20) Primera Lectura

Ojalá escuchéis hoy su voz;


No endurezcáis vuestros corazones.

Venid, aclamemos al Señor,

démos vítores a la Roca que nos salva;

entremos en su presencia dándole gracias,

vitoreándolo al son de instrumentos.

Porque Él es nuestro Dios

y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz;

No endurezcáis vuestros corazones.



Del evangelio según san Marcos

Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando al sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios. Jesús lo increpó: Cállate y sal de él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos los manda y le obedecen. Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. (Marcos 1, 21-28) Evangelio

REFLEXIÓN

El párrafo del Evangelio con el que la Iglesia nos alimenta este domingo forma parte de un conjunto intencionadamente elaborado. Son acciones de Jesús realizadas inmediatamente después de haber anunciado la llegada del Reino de Dios, con el consiguiente imperativo de acogerlo con fe, y también tras la llamada de los primeros discípulos. Estas acciones, todas ellas salvadoras, ocurren en tres lugares muy vinculados a la vida del hombre: la sinagoga, la casa y la calle. En los tres el hombre es liberado de las fuerzas del mal. La página de hoy sucede en la primera, en el lugar de la oración.

Este Jesús es el profeta que Moisés, de parte de Dios, había anunciado al pueblo; es cercano y familiar y su palabra libera y salva, por ello debe ser escuchado y obedecido. En él reside la Palabra creadora, la que tiene la autoridad, lo opuesto a la inmundicia. Con sola su presencia desestabiliza a esos poderes malignos sobre los cuales el hombre, por sí mismo, carece de fuerzas para substraerse. En el relato evangélico es denominado espíritu inmundo, significa todo lo que no es apto para la más mínima relación con Dios que es puro y santo. La fuerza del espíritu inmundo es grande; lo atestigua su estruendoso alarido, así como la violenta agitación a que somete al hombre. Esa potencia impresiona a la multitud, como nos sobrecoge a los hombres cada vez que sentimos el poder irreprimible de un mal que nos aplasta. Frente a esa amalgama de maldad destructora y vocerío de lo inmundo se impone la fuerza de la palabra de Jesús, su autoridad, palabra que es acción: cállate, cesa en tu actividad, deja libre al oprimido, vete, sal.

Notemos que esto ocurre en la sinagoga, lugar de reunión el sábado para la oración. El plato fuerte de esta asamblea era la lectura de los Libros sagrados, de las gestas del Dios de la Alianza, de los mandatos y sus promesas. Sucede en sábado, el día siguiente a la coronación de la creación del universo y la humanidad, día de la luz y la salud, el día del Señor. En ese lugar y día, Jesús realiza el primer signo salvador de la llegada del Reino de Dios que acababa de pregonar. Acontece hoy; desde Dios todo es siempre nuevo. Su autoridad se extiende a lo largo de la historia y llega a nuestras vidas.

El evangelio de san Marcos es un Libro muy rico, muy profundo y hasta muy sublime; no podemos contentarnos con sacar aplicaciones fáciles y precipitadas, pues nos invita y empuja a una honda reflexión, a una oración serena. Parece haber querido responder a una pregunta que es clave y crucial: ¿quién es Jesucristo? ¿Cómo podemos llegar a ese conocimiento? Hoy diríamos: ¿qué es evangelizar? ¿Cómo ha de ser nuestra catequesis y anuncio? No nos referimos sólo a la doctrina y a los sermones de los sacerdotes, sino muy singularmente a cómo hemos de anunciar todos nosotros la Buena Noticia del Reino a los hombres que Dios nos ha regalado como vecinos y compañeros en el viaje de la vida.

NOTICIAS

La semana pasada anunciamos el fallecimiento en Almenara de José Antonio, hubo un error el nombre correcto es JUAN ANTONIO Sánchez del Arco.

CORAZON DE RATÓN


Cuenta una antigua fábula india que había un ratón que estaba siempre angustiado, porque tenía miedo al gato. Un mago se compadeció de él y lo convirtió… en un gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que el mago lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera. Con lo cual comenzó a temer al cazador. Llegado a este punto, el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón”.

Esta bella historia que reproduce el gran maestro espiritual Anthony de Mello nos ilumina sobre la esperanza : Toda esperanza es del tamaño del corazón que espera.

Hoy muchos seres humanos sólo esperan tener un buen coche, un empleo bien remunerado, viajes, objetos, posición. Por eso, su esperanza no acaba de motivarlos en profundidad, viven con un horizonte ridículo. “Todas mis esperanzas están en mí ”, escribió Terencio.

Depende pues del desarrollo interior de la persona, de la capacidad de abrir sus horizontes y de ser feliz, porque la felicidad no es otra cosa que nuestra aptitud de esperar, es decir de creer en la vida. Y eso, como vulgarmente se dice, es “lo último que se pierde”. Puedes carecer de todo, estar, como Robinson Crusoe, en una isla desierta. Pero si hay esperanza, todo es posible, incluso ser feliz en esa isla desierta.

Vivimos en un mundo de desesperados y desesperanzados. El número de solitarios en la gran ciudad, el aumento de depresiones, la falta de estímulos e ilusiones en la juventud, las desigualdades, el aburrimiento, la saciedad material y de consumo nos bloquean para creer en el futuro o para darnos cuenta de que, si despertamos en nuestro interior, ya somos en realidad lo que esperamos ser.

sábado, 21 de enero de 2012

HOJA 82

Del profeta Jonás


En aquellos días, vino de nuevo la Palabra del Señor a Jonás: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré.” Se levantó Jonás y fue a Nínive, como le había mandado el Señor. (Nínive era una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla.) Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día pregonado: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.” Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron una ayuno, y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo el Señor, Dios nuestro. (Jonás 3, 1-5.10) Primera Lectura



Del Evangelio según san Marcos

Cuando arrestaron a Juan, Jesús marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia.” Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él. (Juan 1, 14-20) Evangelio



Señor, instrúyeme en tus sendas.



Señor, enséñame tus caminos.


Haz que camine con lealtad;


enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.


Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas;


acuérdate de mí con misericordia.


El Señor enseña el camino a los pecadores;


hace caminar a los humildes con rectitud,


enseña su camino a los humildes.


Señor, instrúyeme en tus sendas.



REFLEXIÓN

Pensemos detenidamente en algunos aspectos de los muchos que el evangelio nos pone delante. Hay, en primer lugar, una revelación por parte de Jesús de una realidad desconocida por sus oyentes: el Reino ha llegado; este momento está preñado por su presencia. Y, en segundo lugar, una llamada apremiante a acogerlo decididamente en el corazón, llamada a la conversión y a la fe. ¿Pero cómo sucede todo esto? ¿De qué manera se realiza, se concretiza y despliega? El mismo que ha anunciado lo que estaba oculto (la llegada del Reino de Dios), el mismo que pide la adhesión por la fe a esa presencia comienza a llamar, con la mirada y la palabra, a algunos para que le sigan. Y ¿dónde sucede esto? Es curioso que la llamada de Jesús a estos cuatro hombres no ocurre en el ámbito de lo intimista, tampoco en un momento de fervor en el templo, sino en lo cotidiano, en el fragor de la lucha por adquirir el pan de cada día, en plena faena de trabajo, a la orilla de un lago, entre socios de una pequeña empresa familiar. El Reino de Dios “se mete” donde está el hombre, donde realiza su vida. Ahí es donde realiza las primeras llamadas Jesús.

Es una llamada incipiente, algo genérica y confusa a la vez que directa y determinante: “venid conmigo.” A esa llamada, añade una promesa que se nos antoja un poco etérea y desconcertante: “os haré pescadores de hombres.” Quedamos asombrados ante la fuerza del llegado Reino de Dios que produce una respuesta tan cabal. Inmediatamente ha operado en los corazones de los llamados una respuesta rápida e incondicional. Seguramente estamos ante un relato muy resumido y concentrado. ¿Sabían bien aquellos cuatro qué cosa es esa de ser pescadores de hombres? ¿Sabían bien a dónde iban? ¿En verdad no les dijeron ni un simple “adiós” a sus compañeros y familia? Fácilmente comprendemos que el Evangelio nos está describiendo lo esencial de la determinación de aquellos corazones; prescindiendo de detalles, va directo san Marcos a mostrarnos qué es la conversión, qué es la fe. El relato evangélico culmina mostrando no tanto lo que Andrés y Pedro, Santiago y Juan dejan cuanto lo que inician: se marcharon con él. Dios nos llama a aquellas; la llegada de su Reino nos las posibilita. Conversión es seguir a Jesucristo. La fe es seguir a Jesucristo. Discípulo evangélico -es decir, el cristiano- no es quien acumula conocimientos sino el que sigue a Jesucristo. Es una decisión del corazón.

NOTICIAS

El 17 de enero dimos cristiana sepultura en Almenara a Juan Antonio Sánchez del Arco. Descanse en paz.

CUENTAME UN CUENTO

Kierkegaard, escritor y filósofo danés, que vivió en el siglo XIX, escribió este cuento que resumimos:

Resulta que, en una ocasión, llegó un circo a un pueblo y acampó hacia las afueras. Poco antes de comenzar la sesión, se inicia un incendio en el circo. El director del circo envió a un payaso, que ya estaba preparado para actuar, a la aldea para pedir auxilio, ya que existía el peligro de que las llamas se extendiesen incluso hasta el pueblo, arrasando a su paso los campos secos y toda la cosecha. El payaso corrió a la aldea y pidió a sus habitantes que fueren con la mayor urgencia al circo para extinguir el fuego. Pero los aldeanos creyeron que se trataba solamente de un excelente truco ideado para que en gran número asistiesen a la función; aplaudieron y hasta lloraron de risa. Pero el payaso gritaba y lloraba. En vano trataba de persuadirlos y de explicarles que no se trataba ni de una treta ni de una broma, que la cosa había que tomarla en serio y que el circo estaba ardiendo realmente. Sus súplicas no hicieron sino aumentar las carcajadas; creían los aldeanos que estaba desempeñando magistralmente su papel de payaso, hasta que por fin las llamas llegaron hasta el pueblo. La ayuda llegó demasiado tarde, y tanto el circo como el pueblo fueron consumidos por las llamas.

¿Qué les parece? Es un cuento, pero…

HUMOR

Había un hombre llamado Vístor, al que todos la calle le decían: ¡Hola, Vístor! ¿Cómo estas?

Y así, Vístor por ahí, Vístor por acá. Hasta que un día se aburrió de su nombre y fue al Registro Civil a cambiarse el nombre, y le dijo a la persona encargada: Oiga caballero, sabe que me quiero cambiar el nombre.

¿Y usted, cómo se llama? Vístor.

¿Y cómo se quiere poner? Héstor...


sábado, 14 de enero de 2012

HOJA 81

Del primer libro de Samuel


En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel y él respondió: Aquí estoy. Fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: Aquí estoy; vengo porque me has llamado. Respondió Elí: No te he llamado; vuelve a acostarte. Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. El se levantó y fue adonde estaba Elí y le dijo: Aquí estoy, vengo porque me has llamado. Respondió Elí: No te he llamado, vuelve a acostarte. Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel y él se fue adonde estaba Elí y le dijo: Aquí estoy, porque me has llamado. Comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel: Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha.” Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y el llamó como antes: ¡Samuel, Samuel!. El respondió: Habla, Señor, que tu siervo te escucha. Samuel crecía, Dios estaba con él, y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse. (1 Samuel 3, 3-10.19) Primera Lectura

Del evangelio según san Juan

En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: Este es el Cordero de Dios. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives? Él les dijo: venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas (que significa Pedro) (Juan 1, 35-42) Evangelio

REFLEXIÓN

En el evangelio de san Juan predomina el lenguaje simbólico frente al palpable y al significado inmediato de las palabras. Jesús les dirige a aquellos que se acercan una pregunta que, aunque parece muy concreta, es de mucha amplitud y abarca también el sentido de la existencia, la orientación de todo movimiento ¿Qué buscáis? A Andrés y a su compañero debió de desconcertarles, pues le contestan con otra pregunta: Maestro, ¿dónde vives? Pese a que el texto nos dice que vieron dónde vivía, no nos especifica si el lugar era una gruta, una chabola o… la intemperie. Podemos decir que nos hallamos ante un lenguaje simbólico que prescinde de las realidades materiales y nos abre la mente a horizontes amplios. Parece seguro que ellos corrieron tras él, después que Juan ha señalado a Jesús como el Cordero de Dios. No es temerario pues deducir que aquellos dos buscan a Dios. Y la respuesta de Jesús: “venid y lo veréis” es una forma sencilla y contundente de asegurarles que con Él lo encontrarán.

Es el proceso y esencia de la fe: aceptación afectiva a una llamada, es la orientación de la voluntad propia a secundar la indicación divina. “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad” Esa llamada tiene su fuente y origen principales en Dios. La fe tiene su origen y fuente principales en aceptación libre de aquella por parte del creyente. Pero esto rarísima vez –por no decir, nunca- sucede a palo seco. En el nacimiento y proceso de la fe Dios se vale de unas mediaciones ciertas, aunque no siempre claras, para invitarnos a esa fe. E igualmente nosotros necesitamos de unos medios para desarrollar y potenciar nuestra fe. De Elí, que no enderezó a sus depravados hijos, se sirvió Dios para que el joven Samuel respondiera a Dios con súplica y abriendo sus oídos: “Habla, Señor, que tu hijo escucha” Del Bautista se valió Dios para indicar a aquellos dos discípulos suyos quién les llevaría al encuentro con Dios. Uno de ellos, Andrés, fue el elegido por Dios para suscitar la llamada a Simón Pedro.

Hoy es lo mismo. A través los sacramentos con los que el Señor ha dotado a su Iglesia, de personas (no necesariamente buenas), de acontecimientos (no siempre edificantes), de momentos cotidianos (sin relumbre especial) Dios sigue hablándonos, llamándonos y suscitando en nosotros la determinación de decirle libremente: Habla, Señor, que tu hijo-a escucha. ¿Dónde vives? Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. También hoy, como en tiempos de Elí, del Bautista, de Andrés podemos ser instrumentos dóciles para mediar entre Dios y los hombres; para que todos lleguemos, por Jesucristo, al encuentro con Dios.



COMO ENTRÓ EL DINERO EN EL MUNDO

Se cuenta que, hace mucho tiempo, los hombres pensaban constantemente en la muerte. No disfrutaban de lo que comían, ni de lo que bebían, por la obsesión constante día y noche con la idea de la muerte y del Ángel de la muerte. ¿Por qué? Porque aún desconocían el amplio mundo de las ideas. Las ideas y los pensamientos que nos preocupan hoy no existían en aquella época. A medida que los hombres de entonces envejecían, sus cuerpos iban quedando cada vez más descarnados, porque es sabido que las reflexiones sobre la muerte consumen la carne del hombre. Y cuando morían los hombres, los gusanos no encontraban nada para comer en las tumbas de los seres humanos.

Un día los gusanos decidieron quejarse ante el Señor Dios. - Dueño del Universo -le dijeron-, cuando nos creaste nos dijiste que comeríamos carne. Pero ¿dónde está la carne? Los hombres mueren delgados como clavos. ¿Quieres que nos alimentemos de sus huesos? - Tenéis razón, queridos gusanos -les dijo el Señor Dios-. Voy a pedir consejo a los ángeles.

Los ángeles reflexionaron sobre la queja de los gusanos. Llegaron a la conclusión de que tenían toda la razón. Que habían sido creados para comer carne.

¿Qué podía hacer el Señor Dios? Escuchó la sugerencia de los gusanos, e introdujo el dinero en el mundo.

Y el hombre se puso a comprar, y a vender por doscientos lo que había comprado por cien. Se apasionó por la compra y la venta, hasta olvidarse completamente de la muerte. La preocupación del hombre estaba totalmente volcada en el dinero. Estudiar y trabajar para ganar dinero. Salir para gastar dinero. Hacer guerras para tener más dinero. Vender lo que fuese y a quien fuese para conseguir más dinero.

Y con los dineros ganados, el hombre empleaba la mitad en comprar mercancías y la otra mitad en adquirir alimentos. Y durante todo el día se decía y se repetía: «¿Cómo me las arreglaré para ganar más dinero? ¿cómo haré para gastar las ganancias?» Y el hombre comía y engordaba. Se divertía y engordaba. Compraba de todo y engordaba. Al mismo tiempo el alma se encogía, se disolvía, y en muchos casos desaparecía.

Tanto, que actualmente, cuando muere un hombre, los gusanos se alegran y dan gracias a Dios por su gran misericordia.

sábado, 7 de enero de 2012

HOJA 80

Del profeta Isaías


Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones… Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas. (Isaías 42, 1.6-7) Primera Lectura

De los Hechos de los Apóstoles

Pedro tomó la palabra y dijo:… Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el Bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. (Hechos 10, 36-38) Segunda Lectura

Del Evangelio según san Marcos:

En aquel tiempo clamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi preferido. (Marcos 1, 6-11) Evangelio.


El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,

aclamad la gloria del Señor,

postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

La voz del Señor sobre las aguas,

el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,

la voz del Señor es magnífica.

El Señor de la gloria ha tronado.

El Señor descorteza las selvas.

En su templo un grito unánime: ¡Gloria!

El Señor se sienta por encima del aguacero,

el Señor se sienta como rey eterno.

El Señor bendice a su pueblo con la paz.



REFLEXIÓN

Este acontecimiento de la recepción del bautismo, que realiza el Bautista, por parte de Jesús fue un punto de referencia en las primeras catequesis de los Apóstoles, y los evangelios lo narran como una puesta de largo de Jesús. Es un momento importante en su vida, como el trampolín que lo lanza al cumplimiento de su misión.

Una de las cosas que más nos laceran y desconciertan es, cuando lo percibimos así, el silencio de Dios ante nuestras súplicas o ante las atrocidades que vemos en este mundo. El silencio de Dios puede ser, en no pocas ocasiones, una piedra de tropiezo. Lo fue para el pueblo de Isarael; lo es también hoy para la Iglesia. Los hombres estamos necesitados de alguien que nos libere y acompañe. Todos lo buscamos. Algunos lo buscan en el alcohol, diario o semanal, que le haga olvidar las penas o el peso de la angustia que llevan dentro; otros en el sexo indiscriminado que alivie su insoportable soledad interior; tampoco faltan aquellos que en la acumulación de bienes y riquezas creen encontrar seguridad ante la finitud y vaciedad de sus vidas; no olvidemos a cuantos en el aturdimiento del ruido, que aísla, pretenden acallar sus miedos o responsabilidades; como igualmente quienes se aferran que lo bueno es aquello que en cada momento les apetece o gusta. De esas maneras se encuentran con diosecillos que les aprisionan y deshumanizan.

En este suceso que relata el Evangelio de hoy, no sólo se abre el cielo, sino que también se oye la voz de Dios. En esa fila de penitentes, ansiosos de verse libres de sus miserias y de la inminente ira divina –como anunciaba el Bautista-, se halla quien, como un hombre cualquiera, pasará haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el mal. El Espíritu de Dios, su dedo, lo señala como la Palabra esperada; esa Palabra definitiva, portadora de la Verdad que nos hace libres, Camino seguro que conduce a la Vida imperecedera. Entre nosotros necesitados, en medio de nuestra pobreza, se presenta y es presentado Jesús.

NOTICIAS

+ (No olvidemos que los censos municipales, en nuestros pueblos, registran un número superior a los que realmente residen) Según datos tomados (julio 2011) del Instituto Nacional de Estadística, la población censada que supera los 75 años de edad en el conjunto de los pueblos de nuestra Unidad de Pastoral es de 291 personas. En cambio, los menores de 20 años son 201. Hay, pues, un claro desequilibrio y una nítida tendencia a al envejecimiento de la población. Desconocemos el futuro. Pero, cabe preguntarnos: ¿cuántos vivirán dentro de 10 ó 12 años de esas 291 personas mayores de 75 años? No lo sabemos; pero no es descabellado suponer que no pocos de ellos, aunque no sólo ellos, habrán terminado sus días. Sean los que sean, éstos tendrán relevo, dado que existe un buen grupo de entre los mayores de 60 años que ocuparán su sitio. Pero, ¿y de los menores de 20 años? ¿Cuántos de ellos, dentro de 10 ó 12 años, estarán viviendo y residiendo entre nosotros? ¿podemos suponer razonablemente que en los próximos años van a nacer –y vivir aquí- unos 150 ó 200 niños nuevos? No lo sabemos; el futuro no lo conoce nadie. Pero, ¿a usted qué le parece?

Lo que sí sabemos es que los datos actuales son objetivos y reales, sin olvidar que los censos están algo “inflados”. Estos datos demográficos piden de nosotros una reflexión y una programación, a la hora de encauzar la vida y actividades de los municipios, en orden a una nueva racionalización de los recursos, bienes, subvenciones, ayudas… de los que se disponen. Como párrocos, no pretendemos dictaminar lo que se ha de hacer; sencillamente, ponemos estas leves reflexiones a la consideración de todos, pues, salvo equivocación grave, tenemos como más que probable que hoy, y en el futuro, no se pueden aplicar las políticas de hace 10 años, y que sería gran error si se deja esta cuestión en manos sólo de las Administraciones estatales. Lo que está en juego es nuestro presente y nuestro futuro. Nuestro.

+ Damos las gracias a cuantos, en estas últimas semanas, se han ocupado de preparar los nacimientos en las iglesias, con los adornos navideños. Son detalles de colaboración y ayuda que todos reconocemos.

+ El 26 de diciembre de 2011 bautizamos en Almenara a Adrián, hijo de José Luis y Bárbara Sofía.

+El 27 de diciembre de 2011 enterramos en Palacios a Santiago Luis Panero Rivas. Descanse en paz.



miércoles, 4 de enero de 2012

EPIFANÍA

Hoy es un día de adoración. Dios se ha manifestado a todos los hombres de la tierra. Ha enviado su luz hasta los confines más lejanos. Y aquí está el resultado: unos desconocidos vienen desde aquellos países a postrarse ante Él para adorarlo, una estrella los ha guiado hasta su presencia.


Gran lección para nosotros. No podemos perder de vista que hay caminos que están por explorar, que hay horizontes lejanos a los que llegar todavía, que habrá encuentros no programados que nos sorprenderán. Pero esta es la grandiosidad de Dios: Siempre hay algo hermoso en nuestra vida que está por aparecer. Siempre hay algo espléndido que, si sabemos mirar con ojos limpios, nos sorprenderá.

Lectura del profeta Isaías

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido. Vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor. Palabra de Dios

Salmo 71:
Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: - ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: - En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: - Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rosillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Carta de los Reyes Magos a los padres



Queridos padres:


Melchor, Gaspar y el que os escribe, Baltasar, flipamos con vosotros. Hemos recibido miles de cartas de vuestros hijos e hijas pidiéndonos todo tipo de juguetes y cacharros. Estáis atiborrando a los niños de cosas superfluas, de regalos inútiles que dejarán abandonados en cualquier rincón en cuanto pase el primer calentón de la novedad. Permitidnos que os recordemos los regalos que realmente necesitan vuestros hijos.


En primer lugar, lo más importante que necesitan los niños es amor. Debéis achucharlos, besarlos, abrazarlos, acariciarlos. Y todo ello sin medida. Sin amor los niños no pueden crecer ni madurar. Pero, cuidado: no confundáis amor con sensiblería barata; amor no significa consentirlo todo, satisfacer todos los caprichos o dejarse chantajear por sus pataletas. Eso sería malcriarlos.

Amar significa también establecer límites, enseñarles a distinguir lo que está bien y lo que no, lo que se puede y debe hacer en cada momento y lo que no se puede consentir. Amar también es castigar cuando es preciso.

La segunda cosa que necesitan vuestros hijos es educación. Esa es la mejor herencia que podéis dejarles. Hay que enseñarles a comportarse en cada circunstancia. Tenéis que decirles cómo deben comer, cómo usar los cubiertos, cómo vestir o cómo hablar en cada ocasión. Y, sobre todo, debéis enseñarles a respetar a los demás, y eso implica que aprendan a cuidar el trato con los adultos y, especialmente, con sus profesores: a ver si desterramos de una vez esa falsa idea de que todos somos iguales. Todos somos iguales ante la ley y poco más. No es lo mismo tratar con el Rey o con un obispo que con un amigo de juegos; y eso hay que enseñárselo a los niños pequeños; igual que deben aprender que la porquería no se tira al suelo, o que no se debe escupir ni blasfemar.

Las normas de urbanidad y buena educación debéis enseñarlas en casa. Vuestra responsabilidad no la podéis delegar en nadie. Y para educarlos correctamente se empieza predicando con el ejemplo: los padres sois el ejemplo que seguirán vuestros hijos.


No lo olvidéis. Debéis enseñarles también que su futuro depende de ellos mismos y de su esfuerzo; y que los sueños sólo se consiguen a base de sacrificio. Porque las cosas importantes de la vida nadie se las va a regalar. Por eso tenéis el deber de educar su voluntad, para que sepan cuáles son sus obligaciones y las cumplan en cada momento. Tenéis que inculcarles que en la vida hay que hacer cosas que, muchas veces, no nos apetecen ni nos gustan, pero que son necesarias.

Lo bueno no siempre es lo que nos gusta, y lo bueno (estudiar, por ejemplo) hay que hacerlo, aunque suponga un esfuerzo. Por supuesto, también tenéis que recompensarles por el trabajo bien hecho. Y para ello no siempre es necesario vaciar la cartera. A veces, una felicitación cariñosa, un abrazo o un «estoy muy orgulloso de ti», vale más que todo el oro del mundo.

Muchos de vosotros tenéis uno o dos hijos como mucho, por eso ellos, a veces, se creen el ombligo del universo. Tenéis que hacerles ver que no están solos en el mundo, que hay otros muchos niños, no tan afortunados como ellos, con los que deben ser solidarios. La solidaridad es la mejor escuela de la vida de vuestros hijos y en ella vosotros deberíais ser sus mejores maestros.


También tenéis la obligación de explicarles a vuestros hijos para qué los habéis traído al mundo, qué sentido tienen sus vidas, porque si no pueden pensar que el sentido de la vida es solamente divertirse, beber, las drogas, el sexo, comprar y poco más. A nosotros el sentido nos lo indicó una estrella, que nos llevó hasta Belén y allí descubrimos al Niño Dios, que desde entonces es el que ha dado sentido a nuestras vidas. El es el que hace posible que desde hace tantos años sigamos visitando vuestras casas, sin desfallecer. Sin Él no lo podríamos conseguir. ¿Habéis descubierto ya vuestra estrella? Sin ella, todo lo que os hemos dicho anteriormente es más difícil de conseguir.

¡Ah!, se me olvidaba, muchos de vosotros nos habéis preguntado qué les podéis regalar a vuestros hijos este año. Gaspar, Melchor y yo lo hemos hablado y hemos llegado a la conclusión que el mejor regalo que les podéis hacer es un poco más de vuestras personas y de vuestro tiempo. Ellos lo agradecerán algún día. Y, si no, ¿qué importa? A fin de cuentas habréis cumplido con vuestra obligación de padres, ya que es una de las cosas más importantes y bonitas que puede hacer alguien en este mundo. Y eso llenará vuestras vidas de felicidad y sentido.
Atentamente, Gaspar, Melchor, y, en su nombre, Baltasar.
¡Feliz Navidad!

HOJA 99

En aquellos días Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: Haremos to...