sábado, 21 de enero de 2012

HOJA 82

Del profeta Jonás


En aquellos días, vino de nuevo la Palabra del Señor a Jonás: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré.” Se levantó Jonás y fue a Nínive, como le había mandado el Señor. (Nínive era una ciudad enorme; tres días hacían falta para atravesarla.) Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día pregonado: “Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.” Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron una ayuno, y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, tuvo piedad de su pueblo el Señor, Dios nuestro. (Jonás 3, 1-5.10) Primera Lectura



Del Evangelio según san Marcos

Cuando arrestaron a Juan, Jesús marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia.” Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él. (Juan 1, 14-20) Evangelio



Señor, instrúyeme en tus sendas.



Señor, enséñame tus caminos.


Haz que camine con lealtad;


enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.


Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas;


acuérdate de mí con misericordia.


El Señor enseña el camino a los pecadores;


hace caminar a los humildes con rectitud,


enseña su camino a los humildes.


Señor, instrúyeme en tus sendas.



REFLEXIÓN

Pensemos detenidamente en algunos aspectos de los muchos que el evangelio nos pone delante. Hay, en primer lugar, una revelación por parte de Jesús de una realidad desconocida por sus oyentes: el Reino ha llegado; este momento está preñado por su presencia. Y, en segundo lugar, una llamada apremiante a acogerlo decididamente en el corazón, llamada a la conversión y a la fe. ¿Pero cómo sucede todo esto? ¿De qué manera se realiza, se concretiza y despliega? El mismo que ha anunciado lo que estaba oculto (la llegada del Reino de Dios), el mismo que pide la adhesión por la fe a esa presencia comienza a llamar, con la mirada y la palabra, a algunos para que le sigan. Y ¿dónde sucede esto? Es curioso que la llamada de Jesús a estos cuatro hombres no ocurre en el ámbito de lo intimista, tampoco en un momento de fervor en el templo, sino en lo cotidiano, en el fragor de la lucha por adquirir el pan de cada día, en plena faena de trabajo, a la orilla de un lago, entre socios de una pequeña empresa familiar. El Reino de Dios “se mete” donde está el hombre, donde realiza su vida. Ahí es donde realiza las primeras llamadas Jesús.

Es una llamada incipiente, algo genérica y confusa a la vez que directa y determinante: “venid conmigo.” A esa llamada, añade una promesa que se nos antoja un poco etérea y desconcertante: “os haré pescadores de hombres.” Quedamos asombrados ante la fuerza del llegado Reino de Dios que produce una respuesta tan cabal. Inmediatamente ha operado en los corazones de los llamados una respuesta rápida e incondicional. Seguramente estamos ante un relato muy resumido y concentrado. ¿Sabían bien aquellos cuatro qué cosa es esa de ser pescadores de hombres? ¿Sabían bien a dónde iban? ¿En verdad no les dijeron ni un simple “adiós” a sus compañeros y familia? Fácilmente comprendemos que el Evangelio nos está describiendo lo esencial de la determinación de aquellos corazones; prescindiendo de detalles, va directo san Marcos a mostrarnos qué es la conversión, qué es la fe. El relato evangélico culmina mostrando no tanto lo que Andrés y Pedro, Santiago y Juan dejan cuanto lo que inician: se marcharon con él. Dios nos llama a aquellas; la llegada de su Reino nos las posibilita. Conversión es seguir a Jesucristo. La fe es seguir a Jesucristo. Discípulo evangélico -es decir, el cristiano- no es quien acumula conocimientos sino el que sigue a Jesucristo. Es una decisión del corazón.

NOTICIAS

El 17 de enero dimos cristiana sepultura en Almenara a Juan Antonio Sánchez del Arco. Descanse en paz.

CUENTAME UN CUENTO

Kierkegaard, escritor y filósofo danés, que vivió en el siglo XIX, escribió este cuento que resumimos:

Resulta que, en una ocasión, llegó un circo a un pueblo y acampó hacia las afueras. Poco antes de comenzar la sesión, se inicia un incendio en el circo. El director del circo envió a un payaso, que ya estaba preparado para actuar, a la aldea para pedir auxilio, ya que existía el peligro de que las llamas se extendiesen incluso hasta el pueblo, arrasando a su paso los campos secos y toda la cosecha. El payaso corrió a la aldea y pidió a sus habitantes que fueren con la mayor urgencia al circo para extinguir el fuego. Pero los aldeanos creyeron que se trataba solamente de un excelente truco ideado para que en gran número asistiesen a la función; aplaudieron y hasta lloraron de risa. Pero el payaso gritaba y lloraba. En vano trataba de persuadirlos y de explicarles que no se trataba ni de una treta ni de una broma, que la cosa había que tomarla en serio y que el circo estaba ardiendo realmente. Sus súplicas no hicieron sino aumentar las carcajadas; creían los aldeanos que estaba desempeñando magistralmente su papel de payaso, hasta que por fin las llamas llegaron hasta el pueblo. La ayuda llegó demasiado tarde, y tanto el circo como el pueblo fueron consumidos por las llamas.

¿Qué les parece? Es un cuento, pero…

HUMOR

Había un hombre llamado Vístor, al que todos la calle le decían: ¡Hola, Vístor! ¿Cómo estas?

Y así, Vístor por ahí, Vístor por acá. Hasta que un día se aburrió de su nombre y fue al Registro Civil a cambiarse el nombre, y le dijo a la persona encargada: Oiga caballero, sabe que me quiero cambiar el nombre.

¿Y usted, cómo se llama? Vístor.

¿Y cómo se quiere poner? Héstor...


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