domingo, 18 de marzo de 2012

HOJA 90


Del 2º Libro de las Crónicas


En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la Casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo de tal modo que ya no hubo remedio. (2º Crónicas 36, 14-16) Primera Lectura.

De la carta de san Pablo a los Efesios

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó practicásemos. (Efesios 2, 4-10) Segunda Lectura

Del Evangelio según san Juan

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. (Juan 3, 14-21) Evangelio.



En tierra extraña peregrinos,

con esperanza caminamos,

Que si arduos son nuestros caminos,

sabemos bien a dónde vamos.

En el desierto un alto hacemos,

es el Señor quien nos convida,

aquí comemos y bebemos

el pan y el vino de la Vida.

Para el camino nos queda

entre las manos, guiadora,

la cruz, bordón, que es la vereda

y es la bandera triunfadora.

Entre el dolor y la alegría,

con Cristo avanza en su andadura

un hombre, un pobre que confía

y busca la Ciudad futura.



CONFESIONES

Pronto, muy pronto tendremos en nuestra Unidad de Pastoral momentos dedicados comunitariamente para el Sacramento de la Confesión. No sólo como preparación para el Sacramento sino también para un fecundo provecho posterior, nos parece valioso el siguiente texto de un monje de la Iglesia de Oriente que, a continuación, os brindamos:

Hijo mío, tú no sabes lo que eres. Tú no te conoces todavía. Quiero decir: no te has conocido verdaderamente como el objeto de mi amor. Como consecuencia no has conocido lo que tú eres en mí y todas las posibilidades que hay en ti. Despiértate de este sueño y ensueño malos. En ciertas horas de sinceridad tú no ves de ti mismo más que los fracasos y las faltas, las caídas y las manchas, quizá los crímenes. Pero todo esto no eres tú. Esto no es tu verdadero “yo”, tu “yo” más profundo.

Bajo todo esto, detrás de todo esto, bajo tu pecado, detrás de todas las transgresiones y de todos los delitos, yo, te veo a ti. Te veo y te amo. Es a ti mismo al que amo. No al mal que tú haces. Ese mal que no se puede ignorar, ni negar, ni atenuar. ¿Puede ser blanco lo negro? Pero, debajo, a una profundidad más grande, veo otra cosa, que vive todavía. Las máscaras que llevas, los disfraces que te pones, pueden disimularte a los ojos de otros e incluso a los tuyos. Pero no pueden esconderte ante mí. Te persigo hasta donde nadie te ha perseguido.

Esa mirada…, tu mirada que no es límpida y tu avidez febril, anhelante, por lo que te parece intenso y todas las convulsiones precarias, y tu dureza y avaricia de corazón… todo esto… lo separo de ti. Lo corto de ti. Lo arrojo lejos de ti. Escucha… Nadie te comprende verdaderamente. Pero yo, el Amor sin límites, te comprendo. ¡Podría decir de ti cosas tan grandes, tan bellas! Podría decirlas de ti: no de ese “tú” que el poder de las tinieblas ha descarriado frecuentemente, sino del tú tal como desearía que fuese, del tú que permanece en mi pensamiento e intención de amor, del tú que puede aún hacerse visible.

Haz visible lo que tú eres en mi pensamiento. Sé la última realidad de ti mismo. Haz activas las potencias que he puesto en ti. No hay en ningún hombre ni en ninguna mujer ninguna posibilidad de belleza interior y de bondad que no estén también en ti. No hay ningún don divino al que no puedas aspirar. Y tú los recibirás todos juntos si amas conmigo y en mí. Sea lo que sea lo que hayas podido hacer en tu pasado, soy yo el que rompo las ataduras. Y si rompo las ataduras, ¿quién te impide levantarte y andar?

NOTICIAS

El domingo 26 de febrero enterramos en Almenara a Antonio Noreña García. Descanse en paz. Por error en la hoja 88 pusimos otro nombre.

ORACIÓN DIA DEL SEMINARIO



Dios, Padre nuestro,

que enviaste a tu Hijo Jesucristo

para salvar el mundo:

Él sigue llamando hoy

y eligiendo a algunos de sus discípulos

para convertirlos en apóstoles de su Iglesia.

Suscita, con la fuerza del Espíritu Santo,

generosas y abundantes respuestas

a sus llamadas en las familias,

en las comunidades cristianas

y en la vida de los seminarios.

Se cumpla así la promesa,

«os daré pastores según mi corazón»:

sacerdotes, ministros fieles de la Palabra,

de la Eucaristía y del Perdón.

Que vivan siempre identificados con Cristo

y sientan ardientemente

la pasión por el Evangelio.

La santísima Virgen, Madre sacerdotal

y estrella de la evangelización, los acompañe.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén

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