sábado, 28 de abril de 2012

HOJA 93

De los Hechos de los Apóstoles


En aquellos días, Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y senadores, escuchadme: porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre. Pues quede bien claro, a vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”. (Hechos 4, 8-11) Primera Lectura

De la 1ª Carta de san Juan:

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es. (1ª Juan 3, 1-2) Segunda Lectura.

Del Evangelio según san Juan:

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy la vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a éstas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre”. (Juan 10, 11-18) Evangelio.



Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño,

Tú que hiciste cayado de ese leño,

en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,

pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño,

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

pero, ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

( Lope de Vega )

REFLEXIÓN

Piedra angular y Pastor son dos nombres con los que designan a Jesús las Lecturas de hoy. De la misma persona, dos facetas o aspectos integrados en una unidad personal. La piedra hace referencia a una construcción; el pastor al cuidado. De esa forma, podemos afirmar cuantos tenemos a Jesucristo como nuestra Piedra angular y Pastor que nos hallamos sostenidos y protegidos. Tanto en el inicio de nuestra existencia como en el despliegue de ella el Señor está activamente presente. Este actuar suyo, esa presencia en nosotros nos llega e impulsa a la relación con los demás; nos funda y protege no sólo individualmente sino dentro de una comunidad. Eso quiere expresar las palabras construcción y redil. Al fin y al cabo, formamos parte de la humanidad creada y llamada a la unidad.

Lejos de una vida borreguil, en la que un borrego sigue la senda de otro borrego, el cristiano bautizado ve en Jesucristo su fundamento originario y el camino que le conduce, unido a sus hermanos, hasta la unidad en el corazón amoroso de Dios, hasta la belleza de la construcción de la casa habitable y compartida en paz. Cada piedra, cada piedrecilla cumple su necesaria función para el sostenimiento del edificio; cada cordero es compañía pacífica para los miembros de la grey. Con oído atento y ánimo confiado, en medio de las travesías, a veces tenebrosas, de la vida, los cristianos caminamos tras el cayado que nos conduce hasta la manifestación de lo que ya somos: hijos del Padre. Es el camino pascual. Es entregar la vida a Dios para que la oriente hacia todos sus hijos; es la obediencia de la fe; es la búsqueda constante de perfeccionar el deseo por la bondad; es el ejercicio de la caridad servicial; es confiada humildad ante Dios y los demás. En una palabra, es el seguimiento del único y Buen Pastor. ¿Es este nuestro propósito? ¿Es esta nuestra determinación? ¿Qué he de hacer? ¿Qué me falta para ello?

NOTICIAS

+ Por diversas razones, algunas de ellas marcadas por la casi imposibilidad, la hojita estuvo ausente tres domingos. Lo sentimos. Sin embargo, fue para nosotros gratificante el hecho de que haya sido echada de menos por no pocos de vosotros. Con expresiones sencillas y gráficas algunos nos habéis manifestado la añoranza por ella. Nos alegra, y ello nos impulsa a poner mayor entusiasmo y esmero en su confección.

+CAMPAÑA RENTA 2011.

Ha comenzado la campaña de la declaración de la renta. Encontramos unas casillas que se deben marcar para que el 0,7% de los impuestos que pagamos se destinen a la Iglesia Católica y a otros Fines Sociales. Si nos hacen la declaración es bueno que lo indiquemos a quien nos la realice. No tenemos que pagar más, ni nos devuelven menos. Gracias a los que colaboráis al sostenimiento de la Iglesia y de las instituciones incluidas en Fines sociales entre las que esta Cáritas.



+Operación Bocata en Valverdón :este domingo celebramos la operación Bocata a beneficio de Manos Unidas. Como el año pasado un grupo de mujeres se ha decidido a llevarlo a cabo. La gente colabora entregando productos para hacer los bocadillos. Después todo el mundo abona 3 euros por bocadillo y bebida.

domingo, 22 de abril de 2012

HOJA 92

De los Hechos de los Apóstoles:


En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que los hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. (Hechos 3, 13-15. 17-19) Primera Lectura

Del Evangelio según san Lucas:

En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir del pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo que comer?” Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”. (Lucas 24, 35-48) Evangelio.

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables unió en nueva Alianza.

Lucharon vida y muerte en singular batalla

y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?

-A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,

los ángeles testigos, sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea, allí el señor aguarda;

allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia

que estás resucitado; la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate de la miseria humana

y da a tus fieles parte de tu victoria santa.

Amén Aleluya.



REFLEXIÓN

De los siete sacramentos de los que el Señor ha dotado a su Iglesia, destacan dos como fundamentales: el Bautismo y la Eucaristía. De la llaga de su costado brotaron sangre y agua. De esa forma expresa el evangelio de san Juan el nacimiento y entrega de esos dos sacramentos. De ellos nos hablan preferentemente las lecturas que la Iglesia proclama y medita en el Tiempo pascual. El evangelio de hoy, tomado del escrito por san Lucas, nos relata con un colorido singular un encuentro eucarístico de Jesús con su comunidad de discípulos. Él es quien habla y realiza.

Todo lo hablado, desde antiguo, por Dios se refiere a Él. Todo lo dicho por Dios, en los salmos, ley y profetas, es acerca del plan salvador para nosotros que se realiza en Jesucristo. Y es que toda la palabra de Dios converge en su Ungido, Mesías, Cristo. Su entrada en este mundo y su historia, el hacerse hombre verdadero y compartir nuestra existencia terrena en toda su extensión, menos en el pecado, es un ordenamiento concebido por el Padre a favor nuestro. Ese amor filial y fiel del Ungido no ha sucumbido y no pudo romperlo ni la muerte. Es más, su muerte ha sido la prueba suprema de su amor. El poder de Dios que lo levanta del sepulcro es el Amor. Esto es lo que Jesús les explica a los discípulos y lo esclarece mostrándoles las llagas –ahora gloriosas- de las manos y de los pies. Todo esto son puntos esenciales de la santa Misa, que Jesucristo mismo –ayer y hoy- celebraba y celebra el domingo, el primer día de la semana en aquella época. Participar –no sólo el mero asistir- a estas realidades fundadoras de nuestra vida cristiana, adherirnos con fe viva y sintonizar nuestras actitudes con las suyas, entre otras cosas, es la conversión a la que san Pedro nos exhorta.

Los primeros creyentes sabían que ir a Misa no era cuestión de "ganas", sino que estaban convencidos de la grandeza del acto, el más importante de la vida de la Iglesia, y hacían grandes sacrificios, como recorrer grandes distancias o arriesgar la vida para participar en la liturgia eucarística. Sabían que su primer deber era alabar a Dios por sus beneficios y recibir el cuerpo del Señor para sustento de la vida. E igual que arreglamos los horarios para hacer lo que verdaderamente nos interesa, también si valoramos convenientemente la Misa asistiremos a ella, sacrificando el tiempo que haga falta. Nos dice el Papa: "comprometeos a no dejarla nunca", "os recomiendo la participación en la Santa Misa festiva. Sois cristianos y por eso, no dejéis nunca la Santa Misa. El encuentro con Jesús y con la comunidad parroquial es un deber", "pero debe ser también una alegría y un verdadero consuelo".

Sabiendo que es un acto festivo, una invitación, no se puede asistir a Misa con una actitud propia de un restaurante, donde se llega a la hora que se quiere, y vamos solos o en grupo, y cada uno va a lo suyo... podemos imaginarnos una historia.



Jordi llega a su casa: "hola cariño -saluda a su mujer-... voy a jugar tenis, Manuel y yo hemos quedado, lo siento porque no podré quedarme a cenar..."

-"Pero Jordi -contesta la mujer-: es ya tarde, y quería estar contigo el día de tu cumpleaños... te tenía preparada la comida que te gusta: carne a la borgoñona, verduras, una tarta de limón..."

-"Lo siento cariño, tomaremos algo en un frangfurt..." y mientras sale por la puerta dice unas últimas palabras: -"tómatelo tú".

Ella cae sentada allí mismo donde estaba, y llora con fuerza mientras no sabe repetir otra cosa que "-¡no me quiere!".

NOTICIAS

+ Gracias a todos cuantos habéis compartido con nosotros las celebraciones litúrgicas propias de la Semana Santa. Muy singularmente queremos resaltar la ayuda que habéis prestado, en las diferentes parroquias de nuestra Unidad de Pastoral, para el desarrollo de dichas celebraciones. A los Ayuntamientos que han donado los ramos, a cuantos os ocupasteis de distribuirlos y a quienes habéis orientado y dirigido algunos actos de piedad. No podemos olvidar a lo que habéis preparado los Monumentos, las imágenes, manteles, las flores, el agua, el fuego… Muchas gracias a todos. Somos conscientes también de vuestra comprensiva aceptación ante nuestra forzada ausencia en algunos de los ritos de estos días.

+ El día 16, en medio unos días festivos en Torresmenudas, hemos honrado y venerado a Nuestra Señora de la Paz. Al igual que estos últimos años, nos acompañaron y ayudaron con sus cantos el grupo “la Contradanza”, invitado por el Ayuntamiento. Fue una jornada alegre, festiva y devota para un buen número de parroquianos que nos dimos cita en la Misa y procesión. Durante ella, volvimos a escuchar de los labios maternales de María el legado que nos ha dejado para siempre: “Haced lo que Él os diga”.

+El 25 de marzo hemos dado sepultura cristiana en Santiz a Paulina Rodríguez Martín. +El 26 de marzo hemos dado sepultura cristiana en Almenara a María Teresa Mangas Juan. + El 19 de abril, hemos dado sepultura cristiana a Hipólito Sierra, en Aldearrodrigo. Dales Señor el descanso eterno.

sábado, 14 de abril de 2012

2º DOMINGO DE PASCUA

De los Hechos de los Apóstoles:


En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenían. Los Apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor. Todos eran muy bien vistos. Ninguna pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a la disposición de los Apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. (Hechos 4, 32-25) Primera Lectura



De la primera carta de san Juan:

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Aquel que da el ser ama también al que ha nacido de Él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe; porque, ¿quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre: y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. (1ª Juan 5, 1-6) Segunda Lectura



Del Evangelio según san Juan:

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos; y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y diciendo esto les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se lo retengáis les quedan retenidos”. (Juan 20, 19-23) Evangelio





Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza

a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado que a las ovejas salva,

a Dios y a los culpables unió en nueva Alianza.

Lucharon vida y muerte en singular batalla

y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?

-A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,

los ángeles testigos, sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea, allí el señor aguarda;

allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia

que estás resucitado; la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate de la miseria humana

y da a tus fieles parte de tu victoria santa.

Amén Aleluya.



REFLEXION



Ya unos cuantos siglos antes de Jesucristo, escribía Aristóteles que los amigos lo tienen todo en común. Es éste uno de los ideales de la unión y comunión, uno de los anhelos de la humanidad. Sin embargo, se nos presenta como inalcanzable como logro universal. El egoísmo, con sus múltiples facetas y manifestaciones, nos dificulta sobremanera alcanzar la realización de esta aspiración. Con todo, ahí está como ideal. En Jesús, el Hijo de Dios, se ha cumplido. En unión perfecta con Dios Padre nos ha aunado a El. Para ello fue enviado y a ello nos envía. Dejándonos encontrar por Él se apaciguan –Paz a vosotros- nuestros inquietos y malignos deseos. Es como un nuevo nacimiento –tal cosa es el Bautismo-, que, nacidos de Dios, queremos comportarnos como hijos de nuestro Padre con el amor a Él a nuestros hermanos. Pues todo el que ama a Aquel que da el ser ama también al que ha nacido de Él. Es lo lógico en el grupo de los creyentes. Lo propio de ellos; lo que han de vivir y transmitir.

Las formas pueden ser muy variadas, como distintas son las situaciones y tiempos por los que ha atravesado y atraviesa la comunidad cristiana, el grupo de los creyentes. El momento de hoy es de gran zozobra. Se han conmovido los cimientos que, en otro tiempo, sostenían unas relaciones cordiales, hospitalarias, de cercanía y ayuda mutuas, de compañía serena. Y han surgido los individualismos, el competir y querer encumbrarse sobre y a costa de los demás; florece la indiferencia y avaricia. Casi nos hemos olvidado Quién nos ha creado y cuál es el verdadero destino de cada uno de nosotros y de la humanidad en su totalidad y unidad. Encerrados en nosotros mismos –como los discípulos, por miedo-, caemos en la parálisis del espíritu y olvidamos al que pasa aún mayores necesidades.

¿Se puede salir de esta lamentable situación? Sí. Jesucristo, muerto y resucitado, nos lo atestigua. No será por el camino del acaparamiento, de las riquezas, de las especulaciones de los poderosos. El camino seguro, mostrado y testimoniado por Él, es el compartir, el donar, el amar. Supliquemos ese Espíritu que enciende nuestros corazones y lo hace posible. Pidámoslo así todos, unos por los otros.


GRACIAS


<> Gracias a todos cuantos habéis compartido con nosotros las celebraciones litúrgicas propias de la Semana Santa. Muy singularmente queremos resaltar la ayuda que habéis prestado, en las diferentes parroquias de nuestra Unidad de Pastoral, para el desarrollo de dichas celebraciones. A los Ayuntamientos que han donado los ramos, a cuantos os ocupasteis de distribuirlos y a quienes habéis orientado y dirigido algunos actos de piedad. No podemos olvidar a lo que habéis preparado los Monumentos, las imágenes, manteles, el agua, el fuego… Muchas gracias a todos. Somos conscientes también de vuestra comprensiva aceptación ante nuestra forzada ausencia en algunos de los ritos de estos días.

domingo, 8 de abril de 2012

Cristo Resucitó, Aleluya Aleluya

Exulten por fin los coros de los ángeles,


exulten las jerarquías del cielo,

y por la victoria de Rey tan poderoso

que las trompetas anuncien la salvación.



Goce también la tierra,

inundada de tanta claridad,

y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,

se sienta libre de la tiniebla

que cubría el orbe entero.



Alégrese también nuestra madre la Iglesia,

revestida de luz tan brillante;

resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.



En verdad es justo y necesario

aclamar con nuestras voces

y con todo el afecto del corazón

a Dios invisible, el Padre todopoderoso,

y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.



Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre

la deuda de Adán

y, derramando su sangre,

canceló el recibo del antiguo pecado.



Porque éstas son las fiestas de Pascua,

en las que se inmola el verdadero Cordero,

cuya sangre consagra las puertas de los fieles.



Ésta es la noche

en que sacaste de Egipto

a los israelitas, nuestros padres,

y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.



Ésta es la noche

en que la columna de fuego

esclareció las tinieblas del pecado.



Ésta es la noche

en que, por toda la tierra,

los que confiesan su fe en Cristo

son arrancados de los vicios del mundo

y de la oscuridad del pecado,

son restituidos a la gracia

y son agregados a los santos.



Ésta es la noche

en que, rotas las cadenas de la muerte,

Cristo asciende victorioso del abismo.

¿De qué nos serviría haber nacido

si no hubiéramos sido rescatados?



¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!

¡Qué incomparable ternura y caridad!

¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!



Necesario fue el pecado de Adán,

que ha sido borrado por la muerte de Cristo.

¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!



¡Qué noche tan dichosa!

Sólo ella conoció el momento

en que Cristo resucitó de entre los muertos.



Ésta es la noche

de la que estaba escrito:

«Será la noche clara como el día,

la noche iluminada por mí gozo.»



Y así, esta noche santa

ahuyenta los pecados,

lava las culpas,

devuelve la inocencia a los caídos,

la alegría a los tristes,

expulsa el odio,

trae la concordia,

doblega a los poderosos.



En esta noche de gracia,

acepta, Padre santo,

este sacrificio vespertino de alabanza

que la santa Iglesia te ofrece

por rnedio de sus ministros

en la solemne ofrenda de este cirio,

hecho con cera de abejas.



Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,

ardiendo en llama viva para gloria de Dios.

Y aunque distribuye su luz,

no mengua al repartirla,

porque se alimenta de esta cera fundida,

que elaboró la abeja fecunda

para hacer esta lámpara preciosa.



¡Que noche tan dichosa

en que se une el cielo con la tierra,

lo humano y lo divino!



Te rogarnos, Señor, que este cirio,

consagrado a tu nombre,

arda sin apagarse

para destruir la oscuridad de esta noche,

y, como ofrenda agradable,

se asocie a las lumbreras del cielo.

Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,

ese lucero que no conoce ocaso

y es Cristo, tu Hijo resucitado,

que, al salir del sepulcro,

brilla sereno para el linaje humano,

y vive y reina glorioso

por los siglos de los siglos.

Amén.

lunes, 2 de abril de 2012

CELEBRACIÓN DEL

DOMINGO DE RAMOS

Hermanos: Ya desde el principio de Cuaresma nos venimos preparando para la celebración de la Noche Santa de la Pascua. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén.

Por ello, recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa, le acompañaremos con nuestros cantos, para que participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su resurrección.


Lector:

Como Jerusalén con su traje festivo,

vestida de palmeras, coronada de olivos,

viene la cristiandad en son de romería

a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría.

Todos: Bendito el que viene en nombre del Señor

Lector: Ibas como va el sol a un ocaso de gloria;

cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria.

Pero Tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte,

la Vida que nace del fondo de la muerte.

Todos: Bendito el que viene en nombre del Señor

Lector: Tú, que amas a Israel y bencides sus cantos,

compadécete de nosotros, el pueblo de los santos;

Dios de toda bondad que acoges en tu seno

cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno.

Todos: Bendito el que viene en nombre del Señor

Qué alegría cuando me dijeron:


vamos a la casa del Señor.


Ya están pisando nuestros pies,


tus umbrales, Jerusalén.


Jerusalén está fundada


como ciudad bien compacta.


Allá suben las tribus,


las tribus del Señor


Qué alegría cuando me dijeron:


vamos a la casa del Señor…


Desead la paz a Jerusalén;


vivan seguros los que te aman,


haya paz dentro de tus muros,


en tus palacios, seguridad.


Qué alegría cuando me dijeron:


vamos a la casa del Señor…


Por mis hermanos y compañeros


voy a decir: “la Paz contigo”.


Por la casa del Señor, nuestro Dios,


te deseo todo bien.


Qué alegría cuando me dijeron:


vamos a la casa del Señor…


Hermanos:

El Señor mismo nos ha precedido en esta sencilla procesión; nosotros hemos venido acompañando a Jesucristo hasta esta iglesia. Hemos imitado a aquella muchedumbre de hombres, mujeres y niños que le acompañaron desde Betania hasta el Templo de Jerusalén. Nosotros, como ellos, le hemos aclamado –cantando y enarbolando los ramos de laurel- como Mesías, Rey, Redentor, nuestro Salvador, Hijo del Altísimo.

Aunque Él entró en Jerusalén a lomos de una borriquilla, hemos sabido descubrir en ese gesto al Mesías profetizado por el profeta Zacarías: “No temas, hija de Sión, mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna” (Za 9,9). El burro era entonces –y lo ha sido durante siglos- el animal de la gente sencilla y muy común en el campo, aunque ahora casi ha desaparecido. Esa fue la carroza que usó Jesús. Una carroza que, además, no era de su propiedad, sino que la había pedido prestada a un hombre cuya mayor riqueza que poseía eran la generosidad y disponibilidad.

Jesús ha querido venir así, porque no viene para ser coronado rey y señor al estilo humano. Viene, sí, a reinar; pero de un modo completamente nuevo y desconcertante: muriendo en una cruz, entregando su vida para la salvación de los hombres; de cada uno de nosotros, de todos.

Nos estamos adentrando en el núcleo central del Misterio de Jesucristo: su muerte y resurrección. La Semana Santa que iniciábamos en la Eucaristía de ayer es todo eso: la Cena que anticipa el Calvario, sacrificio por nosotros. Sacrificio es una de las palabras y realidades que peor prensa tiene hoy. La acción sacrificante, la cruz ha sido siempre la causa del rechazo al Crucificado, Señor de la gloria. Se nos insiste y propone una vida sin renuncias, en la que no haya mandatos ni normas, menos aún esfuerzo y abnegación. Se quiere la riqueza y la plenitud, el éxito que crea diferencias, que encumbra por encima; subir y escalar el cielo como derecho exigible, ser coronado por el halago o el poder. Este modo de razonar se nos presenta como atractivo y convincente. Es el viejo lenguaje de Satanás: ¡No tengáis miedo! ¡Comed tranquilamente de todos los árboles; el jardín en vosotros empieza y termina! ¡Sois origen y señores de vosotros mismos! (Génesis 3, 1-6) ¡No tienes que responder ante nadie de la suerte de tu prójimo! (Génesis 4, 9-10).

Esta es la tentación que, hoy con mayor virulencia, nos invade. Por eso se aparta la cruz de los espacios comunes, de los ámbitos de formación, incluso dentro del recinto familiar; por ello, cada vez menos niños saben santiguarse.

Sin embargo el domingo de Ramos nos dice que el gran “Sí” de la historia ha sido pronunciado por Dios a favor del hombre. Ese favor se halla en Jesús crucificado en el Calvario, acción no de posesión de la propia vida sino de entrega en obediencia filial a Dios y de amor sin fisura a cada uno de nosotros. Ofrenda anticipada en la Cena: su vida y persona entregada y desgastada para ser alimento de Vida plena, bebida de Salvación. Amor supremo que invita a amar así, a vivir así. Ese Amor que congrega, que nos ha congregado, es anticipo del Reino glorioso, que el Padre nos da, el Hijo lo implanta y el Espíritu Santo lo alienta.

Dentro de poco lo confesaremos y rezaremos.

Pero permitidme antes que os desee una feliz Semana Santa; acudamos a las celebraciones litúrgicas. Tal vez, no podamos traer gran cosa. Quizá sólo prestar un borriquillo, el asnillo de nuestro corazón contrito y humillado, la súplica del gozo de la salvación, el deseo de alcanzar más amor para con nuestros prójimos, el anhelo de la Luz de la Vida, del Agua que nos sana y purifica.

Que estos sean nuestros deseos más vivos; supliquémoslos por intercesión de María, Virgen de la Soledad, Virgen Dolorosa, refugio de pecadores, Nuestra Señora de la Paz.

Un momento de silencio breve

.- Rezo del Credo
.- Oración de los Fieles
.- Se terminan con el rezo del Padrenuestro



.- Canto: ¡Victoria! ¡Tú reinarás!


¡Oh Cruz! ¡Tú nos salvarás!


La gloria por los siglos


a Cristo libertador.


Su cruz nos lleve al cielo,


la tierra de promisión.


.- El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal + y nos conduzca a la vida eterna. Amén

HOJA 99

En aquellos días Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: Haremos to...