En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que los hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. (Hechos 3, 13-15. 17-19) Primera Lectura
Del Evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir del pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo que comer?” Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”. (Lucas 24, 35-48) Evangelio.
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables unió en nueva Alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla
y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?
-A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el señor aguarda;
allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia
que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana
y da a tus fieles parte de tu victoria santa.
Amén Aleluya.
REFLEXIÓN
De los siete sacramentos de los que el Señor ha dotado a su Iglesia, destacan dos como fundamentales: el Bautismo y la Eucaristía. De la llaga de su costado brotaron sangre y agua. De esa forma expresa el evangelio de san Juan el nacimiento y entrega de esos dos sacramentos. De ellos nos hablan preferentemente las lecturas que la Iglesia proclama y medita en el Tiempo pascual. El evangelio de hoy, tomado del escrito por san Lucas, nos relata con un colorido singular un encuentro eucarístico de Jesús con su comunidad de discípulos. Él es quien habla y realiza.
Todo lo hablado, desde antiguo, por Dios se refiere a Él. Todo lo dicho por Dios, en los salmos, ley y profetas, es acerca del plan salvador para nosotros que se realiza en Jesucristo. Y es que toda la palabra de Dios converge en su Ungido, Mesías, Cristo. Su entrada en este mundo y su historia, el hacerse hombre verdadero y compartir nuestra existencia terrena en toda su extensión, menos en el pecado, es un ordenamiento concebido por el Padre a favor nuestro. Ese amor filial y fiel del Ungido no ha sucumbido y no pudo romperlo ni la muerte. Es más, su muerte ha sido la prueba suprema de su amor. El poder de Dios que lo levanta del sepulcro es el Amor. Esto es lo que Jesús les explica a los discípulos y lo esclarece mostrándoles las llagas –ahora gloriosas- de las manos y de los pies. Todo esto son puntos esenciales de la santa Misa, que Jesucristo mismo –ayer y hoy- celebraba y celebra el domingo, el primer día de la semana en aquella época. Participar –no sólo el mero asistir- a estas realidades fundadoras de nuestra vida cristiana, adherirnos con fe viva y sintonizar nuestras actitudes con las suyas, entre otras cosas, es la conversión a la que san Pedro nos exhorta.
Los primeros creyentes sabían que ir a Misa no era cuestión de "ganas", sino que estaban convencidos de la grandeza del acto, el más importante de la vida de la Iglesia, y hacían grandes sacrificios, como recorrer grandes distancias o arriesgar la vida para participar en la liturgia eucarística. Sabían que su primer deber era alabar a Dios por sus beneficios y recibir el cuerpo del Señor para sustento de la vida. E igual que arreglamos los horarios para hacer lo que verdaderamente nos interesa, también si valoramos convenientemente la Misa asistiremos a ella, sacrificando el tiempo que haga falta. Nos dice el Papa: "comprometeos a no dejarla nunca", "os recomiendo la participación en la Santa Misa festiva. Sois cristianos y por eso, no dejéis nunca la Santa Misa. El encuentro con Jesús y con la comunidad parroquial es un deber", "pero debe ser también una alegría y un verdadero consuelo".
Sabiendo que es un acto festivo, una invitación, no se puede asistir a Misa con una actitud propia de un restaurante, donde se llega a la hora que se quiere, y vamos solos o en grupo, y cada uno va a lo suyo... podemos imaginarnos una historia.
Jordi llega a su casa: "hola cariño -saluda a su mujer-... voy a jugar tenis, Manuel y yo hemos quedado, lo siento porque no podré quedarme a cenar..."
-"Pero Jordi -contesta la mujer-: es ya tarde, y quería estar contigo el día de tu cumpleaños... te tenía preparada la comida que te gusta: carne a la borgoñona, verduras, una tarta de limón..."
-"Lo siento cariño, tomaremos algo en un frangfurt..." y mientras sale por la puerta dice unas últimas palabras: -"tómatelo tú".
Ella cae sentada allí mismo donde estaba, y llora con fuerza mientras no sabe repetir otra cosa que "-¡no me quiere!".
NOTICIAS
+ Gracias a todos cuantos habéis compartido con nosotros las celebraciones litúrgicas propias de la Semana Santa. Muy singularmente queremos resaltar la ayuda que habéis prestado, en las diferentes parroquias de nuestra Unidad de Pastoral, para el desarrollo de dichas celebraciones. A los Ayuntamientos que han donado los ramos, a cuantos os ocupasteis de distribuirlos y a quienes habéis orientado y dirigido algunos actos de piedad. No podemos olvidar a lo que habéis preparado los Monumentos, las imágenes, manteles, las flores, el agua, el fuego… Muchas gracias a todos. Somos conscientes también de vuestra comprensiva aceptación ante nuestra forzada ausencia en algunos de los ritos de estos días.
+ El día 16, en medio unos días festivos en Torresmenudas, hemos honrado y venerado a Nuestra Señora de la Paz. Al igual que estos últimos años, nos acompañaron y ayudaron con sus cantos el grupo “la Contradanza”, invitado por el Ayuntamiento. Fue una jornada alegre, festiva y devota para un buen número de parroquianos que nos dimos cita en la Misa y procesión. Durante ella, volvimos a escuchar de los labios maternales de María el legado que nos ha dejado para siempre: “Haced lo que Él os diga”.
+El 25 de marzo hemos dado sepultura cristiana en Santiz a Paulina Rodríguez Martín. +El 26 de marzo hemos dado sepultura cristiana en Almenara a María Teresa Mangas Juan. + El 19 de abril, hemos dado sepultura cristiana a Hipólito Sierra, en Aldearrodrigo. Dales Señor el descanso eterno.
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