DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mal ya no existe. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.” Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Todo lo hago nuevo”.
***
Bendeciré tu Nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles, que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
Explicando sus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
Bendeciré tu Nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey.
Oración
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos; míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Amén
REFLEXIÓN
Una nueva creación. La vieja creación había renegado del Creador; el hombre desde su impiedad se había herido de muerte y arrastró a la ruina a todo lo creado. Él había sido constituido administrador y guardián de la obra de Dios; al pretender ser el dueño absoluto de ella y de él mismo, idolatrándose, se precipitó en su propia autodestrucción, llevando consigo lo que Dios le había otorgado. Camino de dolor y llanto que conduce a la muerte. ¿Quién puede romper ese lazo?
El Hijo del Padre, Cordero degollado, en obediencia fiel y amorosa, abre el boquete que impedía el paso hacia más allá de la muerte. Es una nueva creación: unos cielos nuevos y una tierra nueva. Una nueva ciudad presidida por Dios, regalada por Él, como la vida misma que también la habíamos recibido. Hacia esa ciudad santa vamos. La Pascua nos habla de ella. También esta lectura es una de las propuestas para ser leída y escuchada en los funerales; con frecuencia nos distraen los murmullos de los que se quedan fuera y ciertos cuchicheos de algunos de los de dentro, para reconfortar nuestro corazón e iluminar los pasos de los días siguientes. Son guía y fortaleza para el vivir cotidiano; son indicadores que nos conducen a la meta definitiva. Pues en Jesucristo, a quien celebramos en todo acto litúrgico, fue demolida nuestra antigua miseria, reconstruido cuanto estaba derrumbado y renovada en plenitud la salvación.
Tarea diaria nuestra es, en primer lugar, acogerle a Él como Salvador en obediencia de fe, empaparnos de su Palabra y su vida, conocerlo más. Desde ahí nos será posible, aunque en ocasiones costoso, ver a nuestros prójimos como compañeros de peregrinaje hacia la Ciudad Santa, como copartícipes de la promesa, como hijos que tienen también reservada una morada en la casa del Padre nuestro. Así, romperíamos las rivalidades, enemistades, divisiones… los desajustes que hemos ido construyendo en esta tierra y con los que hemos entretejido nuestra historia personal y colectiva. De esta manera, caeríamos mejor en la cuenta que Dios ha acampado entre nosotros, que su Bondad nos envuelve cuando nos respetamos y amamos, cuando nos unimos y perdonamos, cuando caemos y nos levantamos, cuando nuestras manos favorecen a pobres y desvalidos.
La letanía a la Virgen María son advocaciones y llamadas nacidas del amor; algo así como los piropos. Tienen relación con lo que ella es, por Gracia el Dios, y con aquello que significa para nosotros. Proponemos las siguientes para rezarle. Os invitamos de corazón a que nos digáis algunas más que se os ocurran y las escribiremos aquí, durante el presente mes.
Virgen del silencio Madre de la Palabra Reina del Anuncio
Ruega por nosotros, Madre de Dios
Virgen de la escucha Madre de los oyentes Reina de la simiente
Virgen de la súplica Madre de los orantes Reina de la Gracia
Virgen de la acogida Madre acogedora Reina de los abiertos
Ruega por nosotros, Madre de Dios
Virgen marginada Madre de un ajusticiado Reina de los cielos
Virgen de la fe Madre de los creyentes Reina de los fieles
Virgen de la esperanza Madre de los caminantes Reina de lo eterno
Virgen de la caridad Madre del Amor Reina de la plenitud
Ruega por nosotros, Madre de Dios
Virgen de la ilusión Madre de la paciencia Reina del gozo Virgen de la promesa Madre de la tarea Reina de la posesión
NOTICIAS
<>El viernes, día 23, recibió sepultura en Torresmenudas Clemencio García Segurado. Dale, Señor, el descanso eterno.
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