DE LA CARTA DEL SAN PABLO A LOS EFESIOS
Hermanos, que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud de lo que acaba todo en todos.
Dios asciende entre aclamaciones, el Señor,
al son de trompetas.
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Porque el Señor es el rey del mundo. Dios se sienta en su trono sagrado.
Tocad con maestría, tocad para nuestro Rey
ORACIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo.
REFLEXIÓN
Desde hace ya algunos años, trasladada al domingo siguiente ha quedado esta fiesta que tenía lugar en uno de esos tres jueves del año que relucen más que el sol: la Ascensión del Señor. Fiesta que especifica aún más la realidad y el sentido de la Resurrección de Jesús. Captar en su plenitud la importancia de este hecho es, ante todo, algo que hemos de implorar; pues sólo en Dios y desde Él, entenderemos este Misterio santo que hoy celebramos. Por eso Pablo a los Efesios –hoy a nosotros- escribe: que el Padre de la gloria os dé… ilumine para que comprendáis. Explica que todo es obra suya, en su Hijo, para bien nuestro, que nos hace partícipes de la herencia de Aquel que levantado del polvo de la muerte lo ha coronado por encima de todo poder presente y futuro. Es el Cordero degollado, del que nos ha hablado el Apocalipsis, y ahora entronizado. Esa es nuestra esperanza, la meta a la que Dios nos llama, las manos que nos esperan siempre. Conviene, pues, no errar el camino.
Es el camino de la vida, de este mundo y del futuro, que tiene sus etapas, cada una de ellas importante; pero la etapa no es la meta. Cuando los niños comienzan la catequesis, les decimos siempre que no venimos a la catequesis para hacer la Primera Comunión o prepararnos para la Confirmación. No. Venimos, así les insistimos, para conocer y amar a Dios, al Dios de la Vida. No lo olvidemos: Él es nuestra meta definitiva. No podemos quedarnos en esta fiesta del calendario o en la otra. Si el Señor no es nuestra meta, cualquier etapa o fiesta pierde su consistencia. Y es que todo momento hemos de llenarlo de Dios.
Así hizo María, a la que recordamos en este mes de mayo. Madre del Señor y de la Iglesia, se unió a los discípulos a la espera del Espíritu Santo, según la promesa de su Hijo. Estos días estamos en ello. En esta hoja del domingo pasado, poníamos una de las bellas imploraciones al Espíritu Santo. No dejemos de suplicar, junto con María, nuestra Madre santísima, para que el Padre de la gloria nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo; que ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de su gloria que da en herencia a los santos.
LETANIAS
Ruega por nosotros, Madre de Dios
Madre de la Iglesia
Modelo de la Iglesia
Mujer fiel en la espera
Mujer fiel en el compromiso
Mujer fiel en el seguimiento
Mujer fiel junto a la Cruz
Ruega por nosotros, Madre de Dios
María, bendita entre las mujeres
María, grandeza de la mujer
Primicia de la Pascua
Resplandor de Pentecostés
Estrella de la evangelización
Rescoldo de oración
Ruega por nosotros, Madre de Dios
Esperanza de los pobres
Confianza de los humildes
Amparo de los marginados
Consuelo de los afligidos
Protectora de los inocentes
Clamor de Paz
Ruega por nosotros, Madre de Dios
María Inmaculada medianera de todas las gracias
Reina de los mártires
Reina de los confesores
Ruega por nosotros, Madre de Dios
POESÍA-ORACIÓN
¡Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
con soledad y llanto,
y Tú rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro!
Los antes bienhadados,
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti, desposeídos
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá ya por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién lo pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero airado?
Estando Tú en cubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Do vuelas presurosa?
¡Cuán rita tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!
(Fray Luis de León)
NOTICIAS
+Hace dos semanas, pedíamos en la hoja colaboración para ampliar las letanías a la Virgen. Hemos recibido algunas y están incorporadas a las que hoy publicamos para nuestra oración. Las personas que lo han hecho nos han rogado que no pongamos sus nombres; mas sí queremos decir que han sido de El Arco y de Palacios. Aunque ya les hemos dado las gracias, desde aquí queremos expresarles nuevamente nuestro sincero reconocimiento
+La misa dominical del fin de semana anterior fue el marco donde celebramos el sacramento de la Unción de los Enfermos. Lo celebramos en Almenara, Valverdón y Palacios. Lo recibieron en total 50 personas; además en Palacios algunas personas, al no poder salir, lo celebramos en casa.
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