sábado, 21 de mayo de 2011

HOJA 60

De la primera carta del apóstol san Pedro


Queridos hermanos:

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: “Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.” Para vosotros los creyentes es de gran precio, pero para los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la Palabra: ése es su destino. Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (Segunda Lectura)

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

Aclamad, justos, al Señor,

que merece la alabanza de los buenos;

dad gracias al Señor con la cítara,

tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.

La palabra del Señor es sincera

y todas sus acciones son leales;

Él ama la justicia y el derecho

y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,

en los que esperan en su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.



Oración

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado. Porque en él fue demolida nuestra antigua miseria, reconstruido cuanto estaba derrumbado y renovada en plenitud la salvación. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria.

REFLEXIÓN

Jesucristo es siempre y al mismo tiempo el vivo y el rechazado. Está vivo en la gloria del Padre y quien da la vida a y por sus ovejas; es el rechazado por quienes se oponen y desobedecen el anuncio del Evangelio. Bandera discutida en expresión del anciano Simeón (Lucas 2, 34). La fe en Jesucristo no se apoya en su grandeza humana y altura moral sino en su cruz y resurrección. Desde Él –únicamente desde Él- se levanta el edificio de su Iglesia. Así lo ha querido el Padre con la fecundidad del Espíritu que hace de los bautizados –de nosotros- piedras vivas de la edificación de su templo que es la entera comunidad de su Iglesia. Ungidos en el Bautismo con el Crisma de la salvación, entramos a formar parte de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Como sacerdotes –todos los bautizados- ofrecemos el sacrificio. Pero, ¿de qué sacrificios nos habla san Pedro?

Ya la fe del antiguo Israel, por medio de los profetas, advierten de lo vano que pueden ser los sacrificios de animales o cosas materiales: velas, roscos, botellas…; que el sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado, un corazón arrepentido y humillado; la oración de acción de gracias y de alabanza; la práctica del derecho, la limosna al necesitado y de la misericordia con todos. El Nuevo Testamento nos presenta como sacrificio supremo a Jesucristo mismo, su vida entera, vivida en obediencia filial al Padre y en amor a todos nosotros que, pese a nuestras debilidades e infidelidades, no se avergüenza de llamarnos hermanos. Él mismo es el sacrificio que ofrecemos a Dios. Así lo expresamos con claridad en una de las Plegarias eucarísticas: “… te ofrecemos el Pan de la Vida y el Cáliz de la Salvación, proclamando así la muerte y resurrección de tu Hijo. Él es quien nos conduce a ti; acéptanos a nosotros juntamente con Él”.

Es nuestra vida misma, vivida unida a la de Jesús, los sacrificios y las ofrendas de los que nos habla san Pedro. ¿De qué serviría presentar velas si no intentamos con verdad ser luz para nuestros prójimos? ¿U ofrecer una botella de vino, pasteles…, si no procuramos seriamente derramar alegría a los tristes y dulzura y consuelo a los que sufren o desesperan? ¿De qué sirve dar limosna –si es que la damos!-, si no tengo amor y caridad? ¿Qué nos podría arreglar sacar en procesión a san Blas, a san Antón…, si nuestras gargantas siguieran siendo embusteras y volviéramos la espalda al orden natural de la creación? No nos despistemos y, menos aún, no consintamos en engañarnos a nosotros mismos.



NOTICIAS

+ Aunque de formas distintas, según las posibilidades y costumbres de cada sitio, en algunas parroquias tuvimos el domingo pasado la Bendición de campos, coincidiendo con el día de san Isidro. Ya en algunos lugares el año pasado se honró a san Isidro y se hizo la procesión sin nuestra presencia, como ocurre en otros actos religiosos, especialmente en Semana Santa. Ello es señal patente de que puede continuar así, dada la coincidencia de la misma fiesta en casi todas las parroquias de nuestra Unidad de Pastoral. Como dato curioso, ocurrido este año, queremos anotarlo. Sucedió que desde un pueblo un par de personas nos llamaron encargándonos con apremiante insistencia que teníamos que hacer la Bendición de campos. La hicimos, naturalmente; pero resulta que ellos no aparecieron …….

 
 
Tantas cosas en la vida


nos ofrecen plenitud

y no son más que mentiras

que desgastan mi inquietud.

Tú has llenado mi existencia

al quererme de verdad,

yo quisiera Madre buena amarte más.



En silencio escuchabas

la palabra de Jesús

y la hacías pan de vida,

meditando en tu interior.

La semilla que ha caído

ya germina y está en flor,

con el corazón en fiesta cantaré.



AVE MARÍA

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